La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México tiene un importante problema: su sede. Después de un penoso accidente por el que se determinó cerrar la sala temporalmente, la alternativa planteada fue encontrar una nueva sede (ahora sí una sala de conciertos), o bien reparar y dar mantenimiento a la antigua sala de cine convertida en sala de conciertos mediante un decreto administrativo y un bautizo musical (como si llamarla “Sala Silvestre Revueltas” le confiriera las características de construcción adecuadas). Cuando se supo que la decisión era mantener a la OFCM en su habitual sede, lo que se esperaba, tal vez ingenuamente, era que en la intervención y mantenimiento del edificio se hubieran considerado mínimas adecuaciones acústicas, pero no: la sala luce exactamente igual y suena tan mal como siempre. Mientras siga tocando en esa sala, esa orquesta, y su público, estará a merced de los caprichosos rebotes del sonido.
Resignación aparte, la tarde de este sábado la Filarmónica de la Ciudad de México nos ofreció un interesante programa que fue de un ánimo alegre y festivo a uno más introspectivo, y que tuvo además el acierto de poner casi al principio la obra más taquillera. La primera parte fue de grandes orquestadores: Tchaikovsky, con la polonesa de la ópera Eugene Onegin; Borodin, con las danzas polovetsianas, y Ravel, con la suite Mamá la Oca.
Como suele suceder, la primera pieza breve sirve para ambientarnos. En el ánimo bailable de la polonesa destacaron los primeros violines, que impusieron su presencia más que por la potencia, por el buen ensamblaje del conjunto. Las muy célebres danzas de Borodin fueron un muestrario de las virtudes individuales de los miembros de la orquesta y de cada una de las familias de instrumentos. Si bien esto se debe a la orquestación y a la buena distribución de papeles protagónicos en la orquesta, la ejecución fue impecable. El fraseo del clarinete y del oboe estuvieron bellamente construidos. Lástima que en el momento más emocionante de la obra la sala nos jugara una mala pasada con los metales.