La evolución artística del conjunto Stavanger Symphony Orchestra ha tenido que ver con el traslado a una nueva sala de conciertos durante el otoño de 2012 en la capital noruega. Presentándose por primera vez en el ciclo Ibermúsica, intenta competir dentro del rango de excelencia con orquestas de repertorio barroco y clásico bajo la batuta y arco magistral de Fabio Biondi. Como hedonista y buscador de un lenguaje original, Biondi intentó volcar unas expectativas de sonoridad a una agrupación llena de buenas intenciones, pero de regulares condiciones.
Para empezar, el cariz historicista que plantea Biondi, en su doble función de director y concertino, se opone a la plantilla que emplea esta agrupación. Las decisiones particulares que el director toma en cuanto al equilibrio del número de músicos afectan de manera directamente proporcional al resultado sonoro. A ello se suma que el timbre de los instrumentos modernos no es totalmente coherente con las características de la música, según los parámetros historicistas que propone. ¿El resultado? Un juego a caballo entre lo antiguo y lo moderno cuyos desperfectos técnicos podían haber sido evitados.
Nos referimos al caso del metal en la primera obra del concierto, la Sinfonía núm. 38 en re mayor, "Praga". Quitando las desavenencias en las emisiones inseguras y las entradas a destiempo de las trompas, sobre todo durante el Andante, técnicamente se hizo complicado mantener el sonido en notas largas sin el empleo del alternatim, y esto repercutió en el resultado. Biondi —como en muchos de sus conciertos, violín en mano— ejercía un papel de liderazgo, salpicando el estilo a la cuerda e introduciendo claras entradas a madera y metal, arco a modo de batuta. Con una introducción próxima al dramatismo de Don Giovanni, el timbre orquestal estuvo equilibrado, con intenciones dinámicas moldeadas en la cuerda y una articulación perfecta proyectada por el protagonista.