El hilo conductor de esta velada, como anuncia el programa de mano, es una celebración de redención y regocijo, enmarcada en la vecina Semana Santa y conforme a lo variado del programa: el elegante clasicismo de Mozart en la primera parte, y el intrincado impresionismo de Debussy en la segunda, un salto de más de siglo y medio en la historia de la música. Sin duda un enorme contraste de estilos musicales sabiamente combinado por el maestro Víctor Pablo Pérez bajo el leitmotiv de la religiosidad de las fechas venideras.
Víctor Pablo Pérez
© Miguel Barreto | Orquesta Sinfónica de Tenerife
En orden a ello, muy apropiado el inicio del concierto con el motete Exsultate, jubilate K165 del genio de Salzburgo, compuesto a los diecisiete años de edad durante su visita a Milán inicialmente para la voz de los extintos castrati y servido en esta ocasión a cargo de la soprano Alicia Amo. La breve pieza, estructurada en tres partes de gran vivacidad e inspirada en la Resurrección de Jesucristo, fue servida por la misma en precarias condiciones de salud (conforme informó el Auditorio). A una voz pequeña, aun bella, una coloratura poco versátil y algún que otro desajuste tanto de afonía como de afinación, se añadió la visible incomodidad de la cantante, quien a la finalización de la pieza abandonó el escenario con evidente disgusto, debemos creer que por la situación de su salud.
La Sinfonía núm. 35, “Haffner” del mismo autor se incardina en el más pulcro Clasicismo, si bien fue sometida a múltiples revisiones y arreglos orquestales y supone la primera composición de este tipo ejecutada fuera de su tierra natal, libre de las ataduras serviles a las que se veía obligado con el arzobispo de Salzburgo y asentado ya en la corte de Viena bajo el mecenazgo de su emperador. El Allegro con spirito así como el Presto final inicial permitieron al maestro Víctor Pablo Pérez destacar su brillantez, incidiendo en los momentos más exultantes de este anuncio de Beethoven, servido de manera totalmente segura por los profesores de la Sinfónica de Tenerife. Si a ello se une la elegancia y resalte de matices del Andante y el Menuetto, se puede reseñar un magnífico fin de la primera parte del programa, empañada por las circunstancias anteriormente descritas.
Nicholas Mogg, Alicia Amo y Airam Hernández, Orquesta Sinfónica de Tenerife y Víctor Pablo Pérez
© Miguel Barreto | Orquesta Sinfónica de Tenerife
La segunda parte la ocupó la cantata L'Enfant prodigue (El hijo pródigo) de Claude Debussy, basada en la conocida parábola bíblica sobre el hijo que dilapida la herencia recibida en vida por su padre, del que recibe a la postre la ulterior redención a través del perdón y el amor familiar. Estructurada en nueve números musicales, esta obra de infrecuente representación es del más puro estilo impresionista, quizás tardo romántico, adornada de amplias y serenas melodías que atrapan al oyente desde el primer instante, y que en la presente ocasión fueron servidas por las voces de la soprano interviniente en la primera parte, Alicia Amo, el británico Nicholas Mogg y del siempre bienvenido y cada vez más consolidado tenor Airam Hernández, en sus respectivos roles de Lia, Simeón y Azael. Dicho trío desplegó de manera adecuada su respectivo rol, dentro de un nivel de enorme calidad, pero en conjunto quizás se echó de menos el exquisito ensemble y complicidad entre las voces.
La soprano pareció sorprendentemente recuperada de sus carencias de la primera parte dando una lectura un tanto fría pero más segura en cada una de sus intervenciones, si bien el escaso volumen de su voz restó relevancia a su agradecido papel, especialmente en el brillante final. El barítono Nicholas Mogg pareció en todo momento ausente de la obra en cuestión, de anodinas intervenciones y escasa implicación vocal, todo ello servido, eso sí, con una profesionalidad indiscutible. Nuevamente Airam Hernández resultó el triunfador de la velada, junto al director, dando todo de sí en esta breve pieza, que le permite una mayor repercusión de su sonoro timbre de tenor lírico, arrancando matices insólitos de esta injustamente poco programada obra. Su implicación con la partitura, el texto y el contexto de la misma se denotan al instante, utilizando una técnica vocal de exquisito cuidado y que a la postre redundaron en una función de incierto inicio en un estupendo final.
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