Bastaba ver el programa para anticipar que el quinto concierto de la temporada con la que la OFUNAM celebra su 80 aniversario sería muy emocionante, con estruendosos y catárticos aplausos, y un público contento al finalizar el concierto. No es difícil hacer estas suposiciones si se presenta en la primera parte el muy gustado y frecuentemente visitado Concierto para violín de Tchaikovsky, y en la segunda, La noche de los mayas de Revueltas.
Para establecer el ambiente, la OFUNAM nos recibió con el vals de Masquerade de Aram Khachaturian, uno de los números de su música incidental para el drama de Lermontov. Daniel Boico, director invitado de la noche, aprovechó este breve aperitivo para destacar la variedad dinámica, que tan bien se escucha en esa sala, al conducir a la masa orquestal de un forte más o menos estable a un sutil piano, y de regreso. Cinco minutos después apareció Ryu Goto, violinista estadounidense de origen japonés, para ir sin mayor preámbulo al concierto de Tchaikovsky. Con presencia sobria y una gesticulación moderada, pero muy expresiva, el solista se incorporó a la música iniciada por la orquesta tocando con una limpieza y una claridad notables. Quizá lo más sobresaliente de su interpretación haya sido su manejo dramático de las pausas, y la riqueza de timbres y gran nitidez de la cadenza, en la que se percibieron con gozosa claridad los diferentes planos creados en el rápido ir y venir de las dobles y triples cuerdas, escalas y demás malabares técnicos.
Terminado este primer movimiento sonó un sincero y explosivo aplauso, que esta vez se sobrepuso a los tradicionales sonidos reprobatorios de la parte del público que no es afecta a esas muestras de entusiasmo. Consigno esto porque justamente al final de un movimiento como este una se pregunta: ¿cómo no aplaudir después de eso?, ¿no es casi natural esa reacción? En fin, convenciones aparte, después de un muy buen logrado primer movimiento en el que, sin embargo, se echaba en falta una mayor presencia de las trompetas, el concierto siguió con los dos movimientos restantes, en los que destacaron las maderas. En el tercer movimiento, el solista volvió a mostrar sus cualidades técnicas con una muy cuidada y marcada articulación que permitió oír con claridad cada nota de su veloz y muy emocionante versión del movimiento de cierre. En la recreación de una obra tan conocida y frecuentemente programada, la sorpresa de una interpretación está en los detalles. Lo emocionante de la obra se da por sentado: ya se lo imprimió Tchaikovsky, y tenemos una larga relación con ella. Esta noche, Ryu Goto la interpretó placentera, limpia y detalladamente.