Ameno programa de la Sinfónica de Galicia en el que el titular, Dima Slobodeniouk, contrapuso la música de dos figuras declaradamente antagónicas de la segunda mitad del siglo XIX: Johannes Brahms y Franz Liszt. Una didáctica propuesta en la que disfrutamos de una atípica pero estimulante recreación de una de las obras más programadas de Brahms y, en la segunda parte, de uno de los frescos sinfónicos más paradigmáticos de Liszt, injustamente relegado en nuestras salas de conciertos.
El Concierto para violín de Brahms contó con la participación estelar de uno de los violinistas técnicamente mejor dotados del panorama actual: Vadim Gluzman. El solista israelí concibe el concierto brahmsiano desde una perspectiva descaradamente individual. Apoyado en una técnica casi sobrehumana y en el sonido de su Stradivarius "Leopold Auer" –con un penetrante registro agudo y un delicado sonido en su cuerda grave– imprimió a su parte un carácter decididamente masculino. El resultado fue un acertadamente grandilocuente Allegro non troppo y un mordaz y viril Allegro giocoso.
Resultó más conflictiva, sin embargo, la recreación del melifluo Adagio, especialmente para aquellos acostumbrados a lecturas más ortodoxas. A un tempo atípicamente vivo, Gluzman huyó de las habituales edulcoradas interpretaciones, sacrificando levedad y delicadeza en aras de una expresividad inquietantemente melancólica. La voz del violín fue perfectamente subrayada por los solistas, especialmente por el oboe en su decisiva intervención, pero igualmente por trompa, clarinete y fagot. Slobodeniouk se mostró desde el pódium complaciente con Gluzman, arropándole en todo momento, consiguiendo un magnífico balance. La conducción del Allegro inicial resultó especialmente lúcida, remarcando a la perfección su carácter sinfónico.