Eliahu Inbal y Francesco Piemontesi fueron los ilustres compañeros de viaje de la Sinfónica de Galicia a lo largo de un atractivo programa en el que se contrapuso una de las piezas concertantes más infrecuentes de Dvořák, el Concierto para piano en sol menor, fruto de sus años de juventud, con una obra de madurez de su contemporáneo y referente, Brahms: la popular Sinfonía núm. 1. Fue por tanto un programa de extremos en el que transitamos desde la espontaneidad y desbordante inspiración melódica del joven Dvořák, a la severidad y perfeccionismo de la sinfonía brahmsiana, fruto de casi tres lustros de trabajo en los que la alargada sombra de sus ilustres predecesores atenazó al compositor hamburgués.
El resultado fue una apasionante y didáctica velada en cuya primera parte, Inbal y un extraordinario Piemontesi, deslumbraron con una interpretación del concierto de Dvořák electrizante. Desde la mismísima introducción orquestal plena de fuerza y nervio, pero al mismo tiempo de sensualidad –combinación paradigmática en Dvořák-, Inbal y la orquesta vencieron cualquier reticencia previa que esta olvidada partitura pudiera generar. La entrada del solista, nostálgica y desenfadada en sus primeros pasajes, evidenció la musicalidad y exquisitez dinámica de Piemontesi, quien extrajo de su instrumento un sonido tan limpio y transparente que llenó la sala del Palacio de la Ópera sin la menor dificultad. Pero fue en los heroicos pasajes centrales del movimiento en los que Piemontesi, apoyado en unos incisivos vientos, dio una sobrecogedora lección de virtuosismo. Esta culminó en una pujante cadencia en la que Piemontesi desmintió cualquier tópico acerca de la inabordable dificultad de esta obra.
A lo largo de la interpretación, Inbal contó con una Sinfónica inspirada tanto en lo colectivo como individualmente. Son de mención obligada los memorables solos de trompa como el que abre el Andante sostenuto. Las delicadísimas melodías de este movimiento fueron recreadas por Piemontesi con una sensibilidad y musicalidad de extraordinaria madurez. No es en vano, Piemontesi es uno de los grandes pianistas jóvenes de la actualidad. El Allegro con fuoco conclusivo fue precisamente eso: una fogosa y festiva explosión de gran música.