La clausura de la temporada lírica en La Coruña estuvo marcada por la cancelación a ultimísima hora de la soprano Aida Garifúllina por enfermedad. Este imprevisto puso a prueba a la organización del festival, que encontró en las sopranos españolas Marina Monzó y Miren Urbieta-Vega no solo una solución, sino un acierto artístico de primer orden. Aunque el desafío era notable, Monzó y Urbieta-Vega estuvieron vocalmente a la altura del reto y además demostraron una asombrosa versatilidad, pues entre las dos asumieron el mismo repertorio planeado por Garifúllina. Monzó, con su voz más ligera y ágil, y Urbieta-Vega, de timbre más denso y profundo, ofrecieron un contraste vocal enriquecedor. Cada una con su estilo único, mostraron no solo encontrarse en un felicísimo momento vocal, sino también una musicalidad innata y un entendimiento profundo de las obras interpretadas.
Asumió Monzó en su primera aparición el “Jeu veux vivre”, y con su voz timbrada y brillante, se encontró como pez en el agua derrochando elegancia e inefable seguridad en los agudos. El entusiasmo del público no menguó en la siguiente intervención, “Me llaman la primorosa”; aquí destacó especialmente la precisión de la coloratura y la agilidad y potencia vocal. En segunda parte del recital, Monzó lidió valiente con arias menos afines a su vocalidad. En concreto, “La canción de cuna” de Mazeppa y el “I Feel Pretty” de West Side Story, faltando en esta última la vivacidad y mordacidad tan inherentes a este clásico del musical.
Miren Urbieta-Vega abordó la parte más dramática del repertorio, abriéndolo con el “Mercè, dilette amiche" de I vespri siciliani. No fue un fácil comienzo, pues es una pieza que exige una extensa gama vocal y una gran agilidad para moverse por rápidos pasajes y amplios saltos de intervalo, y que por encima de todo, permite desplegar toda una gama deslumbrante de registros. Sin ser una recreación pirotécnica, Urbieta-Vega demostró habilidad y precisión. Acto seguido, se enfrentó con la "Casta diva", una tarea siempre desafiante dada la popularidad de esta pieza. Su interpretación fue particularmente gratificante, no solo por la manera en que capturó y transmitió la rica profundidad emocional y espiritual del aria, sino también por su habilidad para huir de la sombra alargadísima de tantas interpretaciones referenciales. El punto culminante de la actuación de Urbieta-Vega llegó en la segunda parte, al interpretar “Depuis le jour” de Louise y “Ebben? Ne andrò lontana” de Catalani. Estas dos joyas vocales, que se alinean perfectamente con su registro grave y su exquisita dicción, fueron el vehículo ideal para que desplegara su sensualidad y dramatismo. Vocalmente la noche se cerraría con la esperada propina a dúo: el maravilloso “Non ti scordar di me” de Curtis, que dejó al público con un magnífico sabor de boca.
Imprescindible resaltar la excepcional contribución del director, José Miguel Pérez-Sierra, y de la Sinfónica de Galicia. Estuvieron impecables tanto en el acompañamiento como en los interludios orquestales, rebosantes de calor y color, muy especialmente en la segunda parte, donde dieron vida a una intensa Pavana de Fauré, un Intermezzo de Manon Lescaut cargado de expresividad, y una interpretación lúdica y pegadiza del Vals de las Flores de Chaikovski.