Tras el levantamiento de los más estrictos confinamientos y las vacaciones de verano olvidadas, hemos visto como durante el mes de septiembre el mundo de la música clásica ha comenzado a cobrar vida frente a público real, aún no sin temores. Todos los países usan los mismos métodos para controlar los contagios: tests, mantener distancia y usar mascarilla. Sin embargo, cada uno ha creado sus propias reglas y encontramos una sorprendente variedad en la manera en la que se aplican estos métodos.
Este artículo es un bosquejo de los eventos en vivo en Europa Occidental: el disparatado número de cancelaciones, los cambios de programa y los protocolos de seguridad (no he entrado en los videos que se muestran). Inevitablemente, solo he cubierto una pequeña fracción de auditorios, y la situación cambia con tanta frecuencia que es probable que algunos detalles estén obsoletos para cuando leas esto. Pero la impresión general de lo que está ocurriendo debería ser válida.
Las temporadas
Un pequeño número de temporadas han salido, a grandes rasgos, indemnes. Junto con otro teatro de ópera austríaco: la Wiener Staatsoper presenta más o menos lo mismo que anunció originalmente en abril: muchas producciones se ven afectadas por cambios de solistas debido a las cuarentenas, pero poco más. La mayoría de los destacados conciertos del Musikverein de Viena están ilesos, aunque hay algunas cancelaciones de orquestas visitantes y eventos pequeños. La gran mayoría de las instituciones en Francia están anunciando la temporada completa o casi completa (reseñaremos tantos eventos este mes, como un octubre normal). Hay una excepción importante: hace unos meses, la Opèra de Paris decidió adelantar unas obras de remodelación que tenían programadas para 2021; como resultado, ambos escenarios están cerrados y solo se ofrecen unos pocos conciertos delante de un telón de seguridad. La Philharmonie de Paris ha mantenido todo su programa, pero las restricciones en los viajes de las orquestas visitantes y artistas ha obligado a muchos cambios de programa o de personal (a veces sin informar al público de dichos cambios, como en la inesperada aparición de Esa-Pekka Salonen en el podio de la Orchestre de Paris la semana pasada. Muchas de las temporadas de los suizos como Lugano Arte e Cultura y la Orchestre de la Suisse Romande están tal cual. La Ópera Nacional de Finlandia se ha visto obligada a mover los títulos dentro de la temporada -nada menos que para acoplar los estrenos postpuestos de la pasada primavera- pero han podido mantener la mayoría de las producciones (con excepción de Lady Macbeth of Mtsensk, inviable dado la enorme orquesta que requiere).
Las cosas en Alemania están más mezcladas: la República Federal tiene 16 estados, lo que se traduce en 16 protocolos de seguridad distintos y 16 regímenes de subvención distintos. La Bayerische Staatsoper ha podido mantener gran parte del programa que anunció originalmente, otros teatros se las han arreglado con solo unas pocas sustituciones. En Berlín, los conciertos continúan con público reducido.
En Reino Unido también hay diversidad, aunque con una gran preponderancia de cancelaciones. La Royal Opera ha desechado toda la temporada y la ha reemplazado con pequeños eventos aquí y allá. Los dos principales auditorios de Londres, el Southbank Centre y el Barbican están cerrados, aunque ambos esperan reabrir: el Barbican ha programado un concierto con Bryn Terfel este fin de semana y la vuelta de la London Symphony Orchestra en noviembre. Mejor parado queda el género de cámara, el Wigmore Hall ha montado algo bastante cercano a una temporada completa (aunque con muchos cambios) y el Kings Place también está activo. Fuera de la capital la Bournemouth Symphony y la Royal Liverpool Philharmonic son raros ejemplos de orquestas tocando ante el público; muchos otros han suspendido su actividad; Irlanda está prácticamente en confinamiento, Dublín ha vuelto hace poco al “Nivel 3”, lo que prohíbe todo tipo de eventos.
Al contrario de la imagen que se ofrece en la prensa inglesa, Suecia ha impuesto un límite de 50 personas en espacios cerrados. La Sinfónica de Gotemburgo ofreció conciertos de conjuntos pequeños al aire libre durante el verano, pero no van a dar conciertos en la sala principal. El gobierno debe anunciar la próxima semana si el límite de público subirá a 500 a partir del 15 de octubre: si eso sucede, Gotemburgo espera poder reanudar los conciertos con público poco después y la Sala de Conciertos de Estocolmo poder aumentar su público de los 50 actuales.
En la mayoría de los lugares, reina la incertidumbre. La Ópera Nacional Holandesa ha programado algo parecido a una temporada normal, pero actualmente no vende entradas más allá de noviembre. En el Concertgebouw ha habido hasta 350 personas en el público, pero con el aumento de casos, se acaba de anunciar que se reducirá a 250. En La Scala, solo hay una ópera escenificada anunciada para noviembre y algunos conciertos: esperan hacer un anuncio en octubre pero a pocos meses vista (la orquesta LaVerdi de Milán, en cambio, tiene programados conciertos hasta el 20 de diciembre).
Algunos han optado por un cambio drástico y se han mudado a espacios más grandes. En La Coruña, la Orquesta Sinfónica de Galicia se ha trasladado de su sede habitual en el Palacio de la Ópera al Coliseo, un pabellón con capacidad para 8.500 personas y que ha sido equipado con una concha acústica: esto les permite tocar la Novena de Mahler para todo su público. La Opéra de Bordeaux ha hecho algo similar y se ha cambiado del Grand Théâtre al Auditorium de la ciudad.
En los escenarios
Una cosa es común en toda Europa: los músicos de la orquesta no se sientan cerca los unos de otros, por lo que esos días dos intérpretes de cuerda compartiendo partitura en un atril se han terminado, al menos por el momento. A miembros de algunas orquestas e incluso a directores se les ha exigido que usen mascarillas; se han instalado pantallas de metacrilato, especialmente alrededor de los instrumentos de viento. La excepción es Viena, donde la Staatsoper ha abandonado la idea de controlar la infección en el foso en favor de un estricto régimen de pruebas para asegurar, antes de acudir, que los miembros de la orquesta no estén infectados.
Los temores sobre el impacto que esto tendría en la unión parecen haberse desvanecido con la experiencia: aunque a los músicos de orquesta no les gustan los cambios impuestos, la mayoría se ha adaptado a ellos con gran éxito. Pero la necesidad de espaciado ha limitado el repertorio disponible porque simplemente no hay suficiente espacio en el escenario para las orquestas más grandes: las sinfonías de Mahler o Bruckner han desaparecido de los carteles de la Sinfónica de la Radio Bávara. Otros han utilizado reducciones orquestales de las obras originalmente programadas: LaVerdi, que cuenta con 35 músicos en el escenario, ha seleccionado una versión de cámara de la Cuarta sinfonía de Mahler.
La situación se agrava cuando se pasa a la obra coral y peor aún cuando se habla de ópera. Incluso si reduce el número de intérpretes, es prácticamente imposible ventilar la mayoría de los fosos de orquesta de manera aceptable, por lo que los teatros de ópera han recurrido a una variedad de métodos: aumentar el tamaño del foso (Ópera Nacional Holandesa), transmitir el sonido orquestal desde una ubicación externa (Zúrich), despejar el patio de butacas para hacer espacio para la orquesta (Rouen), pregrabar el coro (Garsington). Semperoper Dresden ha abandonado por completo la idea de la ópera en escena a cambio de un concepto abreviado de ópera en concierto.