Si en más de una ocasión has preferido el sonido de tu equipo de audio a la experiencia del directo; te da pereza aguantar el ruido de las toses, la cola de la entrada, el entusiasmo o el sueño del que tienes al lado. Si quizá disfrutas escuchando lo que ya conoces o por otra parte prefieres sorprenderte con cosas nuevas, te damos la bienvenida a este artículo en el que no damos las respuestas, pero sí unas cuantas explicaciones para que las puedas encontrar.
La música, como el resto de artes, es un lenguaje simbólico, útil y valioso que busca, por principio, conmovernos, enseñarnos y entretenernos. Dependiendo de la época, de su función, de nuestro gusto particular y de los medios al alcance para escucharla, encontramos en la música un buen equilibrio entre esos principios o un porcentaje variado de cada uno de ellos. Eso es lo que hace que una misma pieza cause diferentes efectos en las personas. Además, cuando un compositor pretende que su música sea algo más que un entretenimiento, trata de desarrollar los elementos y parámetros musicales para que generen un interés auditivo y una admiración que sobrepase el gusto de la época en la que se produjo.
Sin embargo, frente al resto de las artes, la trascendencia de la música reside en la capacidad innata que tenemos los seres humanos a la hora de sentirnos atraídos hacia el sonido y, también, en la tendencia que desarrollamos para retener lo que escuchamos, tratando de reproducirlo con nuestros propios medios, como la voz o la percusión corporal. De hecho, si no hay un problema físico o psicológico que lo impida, todos tenemos oído musical, ya que es una parte específica del sentido del oído que, como todos nuestros sentidos, memoriza experiencias que nos ayuden a detectar peligros, pero también a disfrutar de los placeres de la vida.
Si eres capaz de diferenciar una pieza que te gusta de una que no, darte cuenta de que alguien está desafinando, reproducir un poco con tu voz una melodía que se te ha enganchado… ¡enhorabuena, tienes oído musical, aunque no hayas estudiado música! Esta característica de nuestro sistema auditivo tiene una formación mucho más simple de lo que parece y está al alcance de todos. Sin duda, los músicos profesionales desarrollan unos niveles de precisión, tolerancia y resistencia auditiva muy elevados para poder escuchar el resultado sonoro de la lectura de una partitura, tocar en conjunto, componer o improvisar. Pero se puede llegar a tener un buen oído musical conociendo los pilares que sustentan su funcionamiento.
El primero es saber que se fundamenta en dos capacidades que todos tenemos: expectativa y memoria. La expectativa es aquello que nuestros sentidos prevén que va a pasar antes de que ocurra. Dependiendo de la formación musical de cada individuo, la expectativa del oído musical tiende hacia uno de estos aspectos: cuando se cumple, o bien genera una enorme satisfacción por la sensación de estabilidad y seguridad de algo conocido, o bien deja una sensación de aburrimiento porque se percibe como algo poco sorprendente; cuando no se cumple, la música puede resultar frustrante porque no hay elementos que se puedan prever o, por el contrario, crear un interés hacia aquello que no se esperaba con el fin de registrarlo. Por esta razón no es lo mismo escuchar una canción de Michael Jackson que un concierto de Vivaldi, no solo por la diferencia de instrumentos, sino también por la familiaridad que tengamos con su sonido. La expectativa auditiva que cada persona haya cultivado escuchando mucho o poco estos autores modifica nuestra manera de percibir sus obras y nos conecta de una forma muy directa con nuestras propias emociones. Además, la influencia de tener asociada esa música a una situación significativa que nos recuerde algo de nuestras vidas hará que lo percibamos con una expectativa diferente a los que lo hayan sentido simplemente como hilo musical.
La memoria es la capacidad de recordar y registrar la información que retienen nuestros sentidos. Es imprescindible para desarrollar un oído musical interesado y crítico que nos mantenga conectados con el sonido. Es tan potente, que todos los estudios sostienen que personas con enfermedades que afectan a la memoria, como el Alzheimer, cuando escuchan una música que fue significativa en su vida, son capaces de evocar y describir los recuerdos y sensaciones que experimentaron en aquel momento. Pueden decir los nombres de las personas con las que estaban, dibujar el lugar, recordar el ambiente e incluso un olor. Todo ello porque la memoria musical no es solo auditiva, es también visual y cinestésica, por tanto, es la conjunción del sentido del oído, la vista y el tacto. Bailar, cantar, tocar un instrumento o asistir a un concierto son actividades que impactan en nuestra memoria musical porque implican estos sentidos y activan un grupo mayor de conexiones cerebrales que combinan tanto la parte más racional como la más intuitiva y creativa. La emoción de una experiencia musical significativa puede dejar una huella imborrable en nuestro cerebro.