Entré en el Conservatorio de Música de Shanghai tras la Revolución Cultural, alrededor de 1978. Dos años después conseguí una beca de la ciudad de Mons, en Bélgica. En aquella época no había becas privadas todavía, era el Ministerio de Cultura el que seleccionaba a los músicos. Cuando llegué tenía 23 años y no hablaba una palabra de francés. Unos años después, pasé a formar parte de la Orquesta Nacional de Bélgica, y al mismo tiempo enseñaba en el Real Conservatorio de Bruselas. En 2008, 28 años más tarde, regresé a Shanghai para abrir mi propia escuela de violonchelo. Entremedias, fui chelista principal de la Orquesta Filarmónica de Hong Kong, desde 1987 hasta 1988, y posteriormente de la Real Orquesta Flamenca hasta 2003.
Comenzó aprendiendo el èrhú, háblenos de la transición al chelo.
Xuewen Gao: comencé en la música por absoluta casualidad, cuando entré en el grupo de música del colegio en Primaria, a los nueve años. No tenía talento de ninguna clase para cantar o bailar, así que probé con el érhù. Fui autodidacta durante un año y después encontré un profesor. No había libros de estudio por entonces, así que el profesor creaba los ejercicios para mi. Un día, la Orquesta de Canto y Danza de Shandong vino a mi pueblo, Quingdao, buscando un chelista. Al poco tiempo seguían sin nadie, así que vinieron a mi escuela porque habían oído hablar de un “niño con bastante talento” que tocaba el èrhú: yo. Inmediatamente me dijeron: “te queremos en la orquesta. Pregunta a tus padres. Si están de acuerdo, nos vamos en tres días”. Poco después, con la revisión médica superada y la maleta hecha, llegué a Jinan, la capital de Shandong. Me dieron un violonchelo demasiado grande para mi y un profesor. Tenía 14 años y no tenía conocimientos de teoría de la música, aún así, me gané la vida como músico de orquesta. En lugar de ir al colegio, tocaba ballets, óperas, sinfonías. Pero solo tocábamos música china, ya que estábamos en la Revolución Cultural.
Dejar de tocar un instrumento tradicional para aprender uno occidental es relativamente común debido a que la mayoría de los conservatorios no aceptan instrumentos tradicionales. Afortunadamente, el cambio al chelo no me resultó fue difícil: apenas tuve que aprender un par de nuevas posiciones y escalas; y ya sabía tocar con vibrato. Aún así, tuve que empezar de nuevo, mientras que como solista de èrhú ya tenía un status. Cuando no tocaba suficientemente bien, me castigaban mandándome a trabajar al campo. Ese era mi incentivo para tocar bien.
En 1979, Isaac Stern hizo un famoso viaje a China que está bien documentado. ¿Cree que ese viaje cambió algo en la política de apertura de China?
X. G.: No creo que ese viaje cambiara nada, el país ya estaba abriendo sus fronteras paulatinamente. Aún así, había solo unos pocos solistas y orquestas que podían entran en China: Isaac Stern, Ozawa con la Sinfónica de Boston, Karajan con la Filarmónica de Berlín. En aquel momento yo estaba estudiando en Shanghai: era prácticamente imposible acceder a estos conciertos, pero como estudiantes del Conservatorio de Shanghai, podíamos asistir a los ensayos. Fui a la masterclass de Stern, en un enorme Palacio de Congresos; el estudiante no estaba muy acertado y Stern le pidió que cantara su parte, hecho que aparece en el documental From Mao to Mozart. Isaac Stern no hacía más que decir que no le gustaba el clima de Shanghai, que era demasiado húmedo para su violín. Por diferentes motivos, no tocó demasiado bien en el concierto, lo que justificaría comentando: “Somos seres humanos, no máquinas”, sabias palabras que me recuerdo con frecuencia.
Conoce ambos sistemas, tanto en el campo educativo como en el profesional. ¿Cuáles son las mayores diferencias?
X. G.: En Bélgica, los niños eligen su instrumento, normalmente porque quieren formar parte de una orquesta. En China, son los padres los que eligen el instrumento, tanto si al niño le gusta como si no. El funcionamiento es como el del matrimonio forzado: “el amor llega después de la boda”; en otras palabras, los resultados, diez años después, son similares. En Occidente, estamos acostumbrados a explicar el significado musical de cualquier frase y cualquier sección, así como su origen. En China, todo es una cuestión de tocar las notas correctas. El principio de la educación china es aprender todo de memoria: si falta una palabra, toda la respuesta se califica como errónea. Como resultado, todo el mundo toca las mismas cosas y todo el mundo las toca igual. Solo hay una edición de violonchelo aceptada, aquella revisada y digitada por Emanuel Feuerman y otros grandes de los años treinta. Desde hace cincuenta años, todo el país utiliza los mismos arcos y las mismas digitaciones ¡sin tener en cuenta técnicas o morfologías! Del mismo modo, nadie ha oído hablar nunca de interpretación histórica; todavía pedimos a nuestros estudiantes que se olviden de las cuerdas al aire en las suites de Bach y añadan un poco de vibrato romántico como en Tchaikovsky o Brahms!