Si tus conocimientos sobre la comida checa provienen de El buen soldado Švejk -cerveza, goulash, salchichas y knedlíky (una especie de albóndiga)- quizá debas repensarlo. Praga es en la actualidad una importante ciudad internacional, abierta a viajeros, comida e influencias procedentes de todas las partes del mundo. También está rodeada de ricos terrenos de cultivo con gran producción, así que la oferta culinaria es de lo más diversa, como también sus precios. En base a la experiencia de mis últimos viajes, más las aportaciones de los locales más amables, os presento algunas ideas de lo que puedes esperar.
Si estás leyendo estas páginas, es más que probable que te guste la música clásica, así que aquí van algunas ideas para comer cerca de los auditorios principales, comenzando con la sede de la Filarmónica Checa en el Rudolfinum. La oferta es abrumadora en esta zona porque la Ciudad Vieja está atestada de restaurantes. Nuestro favorito de entre los de alta gastronomía es La Finestra, a cinco minutos andando del Rudolfinum, el dueño es italiano y el chef es checo formado en distintos países. La carta parece italiana y ofrece gran variedad de pescado fresco que llega desde Italia, pero cada uno de los platos está reinventado con un toque moderno que los hace irresistiblemente diferentes. Si buscas algo menos caro, al lado está La Bottega di Finestra, más informal, o puedes caminar un poco más hasta Mincovna en la plaza de la Ciudad Vieja, que, como muchos restaurantes aquí, ofrece una mezcla de platos tradicionales checos e internacionales.
El Teatro Nacional está a tan solo diez o quince minutos andando de la Ciudad Vieja, pero puedes encontrar cafés muy agradables enfrente del mismo (el Kavárna Slavia y Smetana Q). Mi primera opción es cruzar el Puente de la Legión hasta el precioso entorno art déco del Café Savoy, en el que sirven excelente comida además de algunas especialidades checas (también hacen el pan, que es memorable). Al lado, el Kolkovna Olympia es algo más económico y tiene más variedad de especialidades checas.
La situación del reinaugurado State Opera House en la Plaza de Venceslao, en la que las tiendas y los restaurantes están destinados al turismo masivo, hace que encontrar algo interesante sea más difícil. Así que mi consejo aquí es tomar un vino y algo de picar después de la ópera en el Vinograf, un bar de vinos al otro lado del parque pasada la Sinagoga Jerusalén. Hay que tener en cuenta los horarios: los checos cenan pronto, lo más común es a las seis o seis y media, y la mayoría de las cocinas cierran a las 10, así que es difícil cenar después de un evento. En Vinograf, sin embargo, siempre ponen algo para acompañar los vinos, de los que tienen una gran selección. También nos gustó mucho la vinoteca Bokovka (a un tiro de piedra del Rudolfinum).
Por cierto, mientras que la cerveza checa es justamente alabada, te sorprenderá saber que Chequia tiene una importante área en Moravia, entre Brno y la frontera con Austria. En la época comunista, la producción se centraba en la cantidad, pero lugares como Pálava ahora elabora vinos de gran calidad con uva austriaca como Sylvaner y Grüner Veltliner y con uva internacional como Chardonnay o Sauvignon Blanc. Mi blanco favorito fue un Sylvaner de Plenér en Mikulov, seco y lleno de muy diferentes gustos según se bebe; tomé menos vino tinto, pero me gustó mucho el Moravino Frankovka barrique por su sabor intenso y largo.
Pero, cuál es la cocina tradicional checa, te preguntarás. La mayor parte, como por casi toda Europa Central, se bas en la carne. Hay salchichas, por supuesto (y que son muy buenas aquí) y está el goulash (el cual, es en realidad, húngaro, pero checo de adopción). Mi favorito es el muslo de pato asado y que sirven habitualmente con lombarda; otro plato común es la ternera en salsa de crema, bastante menos pesado de lo que podría parecer; los sitios de cerveza suelen ofrecer codillo; el conejo y el venado también se preparan (en temporada). Y sí, hay albóndigas de muchas clases: de trigo, patata, de pan. Uno de los platos más inusuales son las de fruta: el Café Savoy prepara una versión muy rica, rellenas de ciruela y servidas con salsa de fruta, queso fresco y semillas de amapola (los checos toman esto como plato principal).
Puedes encontrar buena comida checa a muy diferentes precios. Para una comida barata a base de cerveza y salchichas, disfrutamos muchísimo el Lokal Dlouhááá, uno de los seis Lokal de la ciudad. Consejo: las porciones son generosas. Los entrantes pasan por una comida ligera, así que no me imagino atacando un plato principal sin ayuda. En el otro extremo, puedes encontrar dos restaurantes con estrellas Michelin en Praga, el primero es La Dégustation Bohème, cuyos dueños también poseen Lokal, Café Savoy, Bokovka y una docena más de restaurantes por la ciudad. Visitamos el último en recibir el galardón, Field, que no defraudó. El local es más bien austero, pero la comida es de extrema complejidad e inventiva, mientras que mantiene, inteligentemente, la base de los ingredientes y las tradiciones checas. Las sorpresas comenzaron con algo para picar elaborado con remolacha, queso de cabra y ciruela ahumada y terminó con un postre a base de espino amarillo (nuevo para nosotros), endrinas y bergamota, pasando por un plato hecho prácticamente solo de apio, pero confeccionado de tal modo que resultaba delicioso y absolutamente singular. Ningún restaurante de este nivel es una opción económica, pero Field gana favorablemente si lo comparamos con sus equivalentes en Londres tanto en precio, en personalidad y en el excepcional equilibrio de sabores.