Bien indicaban las notas al programa de esta tarde que las dos obras presentadas rozaban ser inconciliables aun habitando un mismo espacio, como si se tratara de Apolo y Dionisio compartiendo el santuario de Delfos. Mendelssohn y Berlioz desarrollaron su actividad en los mismos años y llegaron a conocerse, aunque el aprecio fue solo del segundo por el primero. El gesto mesurado siempre orientado al equilibrio de Mendelssohn aparece incluso en una obra de inspiración fantasiosa y pagana como La primera noche de Walpurguis, mientras que la desmesurada sensibilidad de Berlioz se plasma en un uso audaz de la orquesta, extensión directa de la pulsión de Eros y Thanatos que atravesaba la psique del compositor.
Para construir este templo de doble faz, la Orquesta y Coro Nacionales acogían el debut del colombiano Andrés Orozco-Estrada, quien desde los primeros momentos del concierto exhibió un gesto claro, a la vez que dinámico y atento a las inflexiones de la partitura. Orozco-Estrada buscó desde un principio la calidez de la cuerda en la obra de Mendelssohn como cimiento del material a desarrollar a la vez que el fraseo fue ajustado, bien perfilado, encadenando los pasajes con fluidez, aunque hubiera sido de agradecer un poco más de respiro en determinadas transiciones.
La entrada del coro y de los solistas añadió grandiosidad a un empaste orquestal ya bien amalgamado y rotundo: más destacado el papel del bajo barítono Hanno Müller-Brachmann, con un desempeño notable y bien integrado, correcta la contralto Sonja Leutwyler en su intervención, mientras que algo esforzado Julian Hubbard. Pero realmente el protagonismo lo tuvo el Coro Nacional que lució brillante en todos sus momentos, desde los más concitados a los más serenos que fueron impregnados por la majestuosidad de coral luterano que Mendelssohn otorgó a la obra, como si quisiera corregir el aspecto demasiado teatral de la obra. Orozco-Estrada hizo gala siempre de mesura, sin enfatizar demasiado algunas audacias que la partitura contiene, coherentemente al espíritu del compositor hamburgués, privilegiando siempre un resultado cohesionado, sin estridencias, pero estructuralmente bien orientado hacia la tensión de los números centrales y la catarsis final, de plena elevación.