“Qué misa más poco litúrgica, pero qué gran misa”. Con esta cita de los periódicos de la época de su estreno se resume esencialmente el carácter grandioso y solemne de la Messa da Requiem de Giuseppe Verdi, la obra que interpretó la Orquesta y Coro Nacional de España en su visita al Festival de Granada.
David Afkham, actual director principal de la OCNE, sabe bien cuáles son los efectivos sonoros que dirige y busca sacarle el máximo partido, como demostró la pasada noche en Granada. El director de origen alemán ha moldeado la ONE hasta obtener el sonido deseado, lleno de matices y efectos tímbricos, el cual pone al servicio de una alta expresividad y calidad sonora. Junto a la orquesta ocupó el estrado el Coro Nacional, que en la actualidad está dirigido por Miguel Ángel García Cañamero; esta formación, solvente y poderosa en sonido, supo optimizar recursos y realizó una gran labor en la interpretación del Réquiem verdiano.
Con una estructura similar a la de otras misas de difuntos, la Messa da Requiem de Verdi se inicia con un movimiento combinado que aúna el Introito "Requiem aeternam" y el Kyrie. Desde los primeros acordes en pianissimo, orquesta y coro demostraron un cuidadoso balance y equilibrio, construyendo el sonido de manera orgánica desde apenas un murmullo que paulatinamente fue tomando fuerza. El Kyrie, dedicado a los solistas, nos presentó un cuarteto vocal muy compensado.
Así, se dio paso a la Secuencia "Dies irae", distribuida en diez números para subrayar musicalmente por separado la semántica del texto. El verso inicial se consagra a una orquesta plena y coro, que a golpe de timbal fueron construyendo in crescendo un magnífico edificio sonoro que estremeció al público del Palacio de Carlos V.
Ágil en tempo y potenciando dinámicas extremas, David Afkham exploró al máximo el dramatismo de la partitura para ofrecer una versión viva y expresiva de la secuencia. Cabe destacar el golpe de efecto del “Tuba mirum”, con un espectacular consort de metales para la exclamación inicial y la distribución estereofónica de cuatro trompetas. Un estilo grandioso de la fanfarria, muy cercano a los toques de gloria de Aida, dio paso al más mediado solo del barítono “Mors stupebit”, en el que Christopher Purves exhibió cuán poderosa y profunda es su voz, acompañado hábilmente por las cuerdas graves. Igualmente fue digno de destacar el verso “Salva me fons pietatis” con un precioso cuarteto vocal, o la concesión al lirismo más belcantista del "Lacrimosa" en la bella y rica en matices voz de Marina Prudenskaya y de Christopher Purves. Coro y solistas compartieron el protagonismo en una perfecta simbiosis, siempre hábilmente secundados por una orquesta llena de matices.