La Orquesta Sinfónica de Tenerife presentó un concierto con obras atractivas y populares, que contó con una de las grandes estrellas actuales de la guitarra: el riojano Pablo Sainz-Villegas, en su debut con la orquesta. A su lado, el excelente director inglés Alexander Shelley volvió a demostrar en el Auditorio de Tenerife sus múltiples cualidades técnicas y musicales, además de su versatilidad.
El programa comenzó con la brillante Obertura de Ruslan y Lyudmila de Mikhail Glinka, obra de gran lucimiento orquestal, que fue llevada por Shelley con inteligencia y un gran control rítmico. El director inglés tomó un tempo no excesivamente rápido, lo que le permitió resaltar muy bien los aspectos melódicos y polifónicos, adornados con un sonido muy cuidado; todo esto conseguido a través de una espléndida técnica de batuta. Versión estupenda, que contó con una orquesta en buena forma.
Pablo Sainz-Villegas, carismático y de muy agradable presencia escénica, estuvo soberbio en el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo. Los movimientos primero (Allegro con spirito) y tercero (Allegro gentile) rebosaron encanto, y el guitarrista mostró gran dominio técnico y estilístico, con acentos atractivos y algunos rubati muy personales. En general, hubo un perfecto balance con la orquesta; solo en poquísimos momentos del primer movimiento fueron cubiertas algunas de las escalas de la guitarra. Pero en el famosísimo Adagio, Sainz-Villegas destapó el tarro de las esencias, para ofrecernos una interpretación maravillosa. Desde los acordes iniciales, que acompañaron a un solo de corno inglés excelentemente tocado, el guitarrista dio toda una lección de musicalidad: magia en las melodías, variedad de timbres asombrosa y una gran concentración. Las dos cadenzas del movimiento estuvieron plenamente logradas y mostraron todas sus inagotables capacidades. La segunda, especialmente, fue sobrecogedora. Magníficos también Shelley y la orquesta: atentos al solista, mostrando gran emoción y regalando solos de gran calidad. En fin, una versión memorable, llena de atmósfera y sentimiento. Como regalo, Sainz-Villegas ofreció una fantástica recreación de la Gran jota de concierto de Francisco Tárrega, que el guitarrista dedicó a las cosechas de su Rioja natal. Otra interpretación para el recuerdo, llena de vida, color y virtuosismo.