Me planteo esta cuestión siempre que tengo ante mí un programa barroco: en nuestro contexto musical, cuando alguna de las orquestas propone música de ese periodo es imposible no preguntarse con mucha curiosidad cómo van a abordar las obras. Esa expectativa que antecede al concierto tiene que ver con el incierto lugar que hoy en día tienen las orquestas respecto a este repertorio y que las orilla a decidir dónde ubicarse entre la interpretación históricamente informada (con instrumentos de época y criterios interpretativos más cercanos a los usos musicales de los tiempos en que esa música fue creada) y su propia tradición, en la que, hasta hace no mucho, se tocaba esta música con más o menos los mismos criterios que el resto del repertorio y, naturalmente, con instrumentos modernos.
Si fueran solo dos propuestas distintas para interpretar esta música no habría incomodidad: que cada quien elija lo que su gusto le indique; pero lo cierto es que hoy en día la escena de la música antigua, barroca incluida, lidera la propuesta sonora de este tipo de repertorio con buenos argumentos y, sobre todo, es lo que la mayor parte del público prefiere. Esto cuestiona directamente la práctica tradicional de las grandes orquestas y, por fortuna para nosotros, las lleva a replantearse cómo tocar.
Al abordar la Pasión según San Juan, la OFUNAM se encontró en esta situación y lo que su director titular nos ofreció fue una propuesta que combina elementos de la interpretación históricamente informada con los recursos propios de la Filarmónica. Para empezar, nos recibió una orquesta muy reducida, a la que se sumaron algunos instrumentos que no frecuentan ese escenario: había ahí un clave y un órgano, tiorba, viola da gamba, y dos de los cuatro chelos estaban tocando con la técnica barroca (reconocibles a golpe de vista porque tocan sin espiga). Ya de entrada, el resultado sonoro resulta refrescante y digno de atención. En este rubro, quizá el único reclamo que me permito hacer es que en el programa de mano no aparecieron los instrumentos adicionales ni los nombres de quienes los tocaban. Se hubiera agradecido el dato como información general (no sé si todos sabían cómo se llaman esos instrumentos que aparecían ahí, aparentemente fuera de contexto) y como reconocimiento a los intérpretes, máxime porque su trabajo fue de lo más destacable de la noche.
Vuelvo a la música. Como decía, el resultado de esta combinación de instrumentos con los modernos resultó interesante y casi siempre se logró un buen ensamble. Esto se debió, en buena medida, a que se prescindió casi por completo del vibrato y se optó por una articulación que se acercara a la que hacen los especialistas en música barroca. Se tendió así un puente que dio unidad al conjunto, además de un sonido distinto al habitual. Cabe destacar que la propuesta tuvo coherencia gracias al oficio de Massimo Quarta, que en todo momento actuó como un verdadero coordinador y eje equilibrador de fuerzas de estos dos grupos instrumentales, coro y solistas.