La fanfarria de trompetas, vientos y tambores que abre el Oratorio de Navidad de Bach debió ejercer un gran impacto en las congregaciones de la Nikolaikirche y en la Thomaskirche en Leipzig el día de Navidad de 1734. La practicidad de la vida moderna significa que acabamos descargando nuestra música de Navidad, mientras los oficios y los conciertos navideños se solapan durante el periodo de preparativos de Adviento, unas semanas tranquilas para contemplar las razones por las que Cristo nació y su misión de salvación. En Adviento, las iglesias se visten de morado, el Gloria se elimina de la Misa, algunos ayunan y, en las iglesias luteranas del Leipzig del s. XVIII, los grandes ciclos de cantatas de Bach que se escuchaban a lo largo del año dejaban de hacerlo durante un par de semanas. Para aquellos primeros oyentes -que no habían sido asaltados con música navideña de fondo en diciembre desde el momento en que ponían un pie fuera de sus casas- ese primer coro, “Jauchzet, frohlocket, auf, preiset die Tage” (“Regocijaos, alegraos, celebrad estos días”) debió caer como un resplandor en mitad de la oscuridad del invierno.
El Oratorio de Navidad es un curioso híbrido: consiste en seis cantatas, las cuales se cantaban individualmente durante los servicios de los doce días que hay entre Navidad y Epifanía, pero Bach los concibió como una obra unitaria con una clara relación de tonalidades, y se desvía ligeramente de los textos de la Biblia en algunos de los servicios para crear una narrativa más coherente. Es también un claro ejemplo del reciclaje de obras tan habitual en el Barroco: alrededor de veinte movimientos provienen de otras composiciones, en concreto y en su mayoría, de cantatas seculares escritas para acontecimientos de la realeza, lo que resultó muy práctico para los majestuosos temas del Oratorio.
Bach recrea la conocida historia de la Natividad vívidamente a lo largo de las seis cantatas. Tras el coro inicial, la Cantata 1 comenta el nacimiento de Jesús y termina con un aria de bajo seguida de un coral, aquí, el sonido de las trompetas contrasta brillantemente la majestuosidad con la humildad del Rey nacido indefenso en un establo. El aria “Großer Herr” está acompañada por una trompeta a solo, su tema sincopado y las ristra de semicorcheas siempre me sacan una sonrisa. En el siguiente coral, una alabanza sobre que habrá un hueco en nuestros corazones para el niño-Cristo, dos trompetas más se unen con un amable motivo en terceras entre cada una de las líneas del coral, que resulta incluso más conmovedor por cómo contrasta con la brillantez del solo.
Las Cantatas 2 y 3 hablan de los pastores, los cuales Bach introduce con algo típicamente barroco, la siciliana con su ritmo trocaico (recordemos el Christmas Concerto de Corelli, o la Pastorale del Mesías de Handel), interpretado aquí con suaves flautas, oboes da caccia y oboes d’amore, y que inmediatamente evocan la pacífica colina a la medianoche. En las Cantatas 5 y 6, los Reyes Magos hacen su aparición con otra llamarada de trompetas buscando al bebé en la corte del Rey Herod, y lo encuentran en Belén y se arrodillan ante él a orar. Estas cinco de las seis cantatas siguen, a grandes rasgos, la misma historia que puedes ver actuada en cualquier obra de Navidad de un colegio de Primaria, solo que con mejor música.