Una sala envuelta en aplausos es sinónimo de éxito, y así lo fue L'elisir d’amore, con el que el Gran Teatre del Liceu abre el nuevo año.
La veterana producción de Mario Gas ha cosechado buenos éxitos, y en su cuarta reposición no pierde ápice de frescura. El director sitúa la escena en la Italia mussoliniana y la acción se desarrolla en una plaza que podría estar en el extrarradio de cualquier gran ciudad italiana. Además, Gas hace varios guiños de cosecha propia, como en el inicio del segundo acto, durante el banquete de la futura boda de Adina y Belcore vemos al director musical y al propio Gas como parte de los invitados. O como el momento de los saludos finales, cuando se “bisea” la marcha de Dulcamara mientras este saluda entrando por la platea y repartiendo frasquitos de su “elisir”. Esto, sumado al cuidado de los figurinistas y la inteligente caracterización de los personajes hacen de esta producción la más exitosa de cuantas el teatro barcelonés ha exportado. Todo un acierto.
La música de Donizetti es la que es, no por obvio conviene dejar de recordarlo cuando encontramos críticas a su factura. No asistimos a un despliegue de técnica compositiva, sino a una intencionada fusión de la música en la historia, teniendo en el caso del L'elisir d'amore uno de los mayores logros del compositor en cuanto a retratos musicales de cada uno de los personajes se refiere: la candidez de Nemorino, la astuta Adina, el fanfarrón Belcore o el Dulcamara embaucador.
En el apartado vocal, la velada se confió a un reparto solvente para el cuarteto protagonista, dejando atrás las producciones en las que se apostaba todo a la carta del mejor Nemorino posible. En esta ocasión el rol del protagonista estuvo interpretado por Pavol Breslik, que si bien tuvo algún problema para superar la fogosa orquesta que dirigió Ramón Tebar, sí que está dotado de un gusto musical fuera de toda duda y un timbre y técnica de gran calidad. Faltó, tal vez, algo de comicidad en la actuación, elemento definitorio de esta partitura y en la que los otros dos personajes masculinos rayan la caricatura.
Pero la triunfadora de la noche fue sin duda la joven Jessica Pratt que debuta en el rol de Adina. Aunque algo fría al inicio, poco a poco fue ganando peso y nos obsequió con un segundo acto excelente. Brindó una coloratura de lujo y unos agudos brillantes como el diamante, además de un control de colocación de la voz envidiable. También desplegó unos legati preciosos, como buena conocedora del belcantismo que es. Pratt lleva una carrera meteórica que esperamos poder seguir a menudo desde Barcelona, nos regaló un dueto “Prendi per me sei libero” delicioso, con una soltura que hace parecer fácil la endiablada partitura de Donizetti.