Los ingredientes con los que estaba formado el concierto de abono número 13 de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa constituían una mezcla interesante. Una obra de reciente composición, un joven violinista con marcado renombre internacional, un instrumento que forma parte de la mitología musical colectiva y la última sinfonía de Dmitri Shostakovich. A priori, intuir qué iba a ser lo más destacado de la noche no parecía tarea sencilla.
El concierto arrancó con la interpretación de la obra Tres pinturas velazqueñas, ganadora del Premio de Composición de la AEOS–Fundación BBVA en 2015. El autor, el zaragozano Jesús Torres, nos presentó una obra constituida por tres movimientos basados en lienzos de Velázquez. “La venus del espejo” destacó por el uso de ritmos variados y una amplia paleta orquestal, mostrando por momentos ligeras influencias de Bernstein, Stravinsky o el propio Shostakovich, de las que terminó desembarazándose para sonar con voz propia e independiente. “El Cristo Crucificado” se mostró tenebroso y tenue, dando importancia a las secciones más graves de la orquesta, destacando especialmente el fragmento donde los chelos y contrabajos se alzaron como protagonistas. “El triunfo de Baco” hizo honor a su nombre, resultando una música más alegre, viva y con un ligero toque minimalista. Una acertada sección de vientos acompañada de manera puntual por diferentes y originales recursos sonoros en el resto de la orquesta condujo a la obra a su final.
La segunda parte de la velada estuvo dominada por la excelente interpretación del violinista Ray Chen. Nacido en Taiwán en 1989 y con uno de los Stradivarius de Joseph Joachim en sus manos, brindó el momento más memorable de la noche. Se interpretó el Concierto para violín de Sibelius, del que el solista nos ofreció una ejecución repleta de tensión y dramatismo, con un sonido claro y brillante. La orquesta, bajo la batuta de Jaime Martín, respondió con precisión al claro gesto de este, tanto en los momentos más contenidos, como en los más dinámicos, mostrando una coordinación total con el solista. Para terminar su intervención interpretó fuera de programa el Caprice núm. 21 de Paganini con el mismo grado de perfección técnica y virtuosismo que el mostrado en la obra anterior.