"...To enjoy the music we need silence", es la primera frase que se podía leer en el programa de mano del último concierto de la temporada de Ibercamera 14/15, parece lógico y hasta cierto punto innecesario indicarlo, pero no siempre se da en las salas de concierto. Esta vez no fue una epidemia repentina de toses, ni el móvil con la música del hit del verano. En esta ocasión fueron las protestas del personal de sala L'Auditori en huelga quienes con silbatos, sirenas, lanzamiento de octavillas y despliegue de pancartas, condicionaron la primera parte, ante el asombro y resignada profesionalidad de director e intérpretes. No pretendo valorar los motivos lícitos de protesta, pero es un hecho que estas acciones condicionan, y mucho, el desarrollo normal. Gracias sinceras a la WDR, el maestro Saraste y al chelista Narek Hakhnazaryan por intentar superar este handicap.
Era la segunda visita de la Orquesta de la Radio de Colonia WDR al ciclo de Ibercamera después de brindar una magnífica Quinta sinfonía de Beethoven en 2012, y volvía de nuevo con la dirección de su titular desde 2010, el finés Jukka-Pekka Saraste. Además, contaba con la presencia del ya mito del violonchelo, la rusa Natalia Gutman. Durante los ensayos en Colonia la artista se encontró indispuesta y tuvo que ser sustituida por el joven talento armenio Narek Hakhnazaryan, último ganador del prestigioso Premio Chaikovsky de Moscú.
El Concierto para chelo op. 104 en si menor es, junto con sus últimas sinfonías, lo más valorado de la producción del compositor checo Antonin Dvořák. El concierto es a la vez una despedida de su época americana y un lamento por la enfermedad y muerte de su cuñada, antiguo amor de juventud, y tiene ese dualidad entre nostálgica y esperanzada que tanto aparece en la obra del músico bohemio.
Saraste y Hakhnazaryan optaron por la parte más lírica, sin caer en excesos ultrarrománticos, dejando el maestro un suave margen para que la expresividad del solista reluciera. Cabe destacar el precioso solo de trompa del comienzo y la entrada del chelo llena del temperamento del joven armenio, siempre atento a la orquesta en una sala acústicamente complicada como es la de L'Auditori, aunque su sonido no es del todo grande (todavía), Hakhnazaryan promete ser uno de los mejores de su generación. El lirismo se acentuó en el Adagio ma non troppo del segundo movimiento, a pesar de que no dejaron los silbatos y sirenas de escucharse sobretodo en los pasajes más delicados. Ambos acometieron con decisión el Finale. Allegro Moderato, donde brillaron los vientos de la orquesta, con un excelente flauta solista y los metales perfectamente integrados dentro de la dinámica para no tapar al chelo solista, siempre difícil en una partitura para gran orquesta. El público brindó una larguísima ovación a Hakhnazaryan y la orquesta, que tuvo como premio una propina inspirada en la música popular armenia.