El concierto que la Orquesta Sinfónica de Navarra ofreció el pasado viernes sumergió al público del Baluarte en un paseo virtual, lleno de luz y de vida, por las vanguardias musicales de la primera mitad del siglo XX. Lo hizo de la mano de Antoni Wit y del virtuoso Xavier de Maistre, descubriéndonos también los mil y un registros sonoros del arpa.
Ma mère l´oye, de Maurice Ravel, fueron los cincos relatos cortos escogidos para preparar a los asistentes a la entrada en escena de Xavier de Maistre. Antoni Wit dio muestra de una extrema delicadeza y sensibilidad al frente de la orquesta, haciendo hincapié en las sonoridades descriptivas de los instrumentos de viento y del primer violín (muy hábil a la hora de recrear el canto de los pájaros) y en la fuerza discreta, pero imparable de las cuerdas para acentuar los crescendi y resaltar la intervención final de las percusiones. Destacable fue la intervención del arpa, que no solo representó el toque impresionista de la composición, sino que proporcionó el punto de comparación para poder apreciar aún más la preciosa actuación del solista francés.
El salto que supuso la entrada del arpista en escena fue como el contraste entre un cuadro de Degas y uno de Kandinsky: de las melodías acariciantes de Ravel se pasó a los ritmos más marcados del Concierto núm. 25 para arpa y orquesta de Ginastera. La estructura misma de la pieza, que mantiene bien separada la intervención de la orquesta de la del arpa, dio mucho juego al concertista, que sorprendió con su ejecución vigorosa a la vez que precisa. De Maistre demostró las extensas capacidades del arpa, haciendo que entre sus manos el instrumento se convirtiera, según la partitura lo fuera exigiendo, en un piano, un clavecín, una guitarra y hasta en un instrumento de percusión. La sensación de éxtasis que este virtuoso del arpa supo generar fue tal, que regaló su propina antes del descanso, cuando su actuación todavía no había terminado. Su versión del Carnaval de Venecia mantuvo todo el brillo de la versión original de Niccolò Paganini. Una elección acertada para dejar descansar al público antes de su segunda intervención en el concierto.