Hace exactamente cuatro años, también en el concierto de febrero, el Cosmos Quartet debutó en el ciclo de Juventudes Musicales de Sabadell. En aquel momento destaqué que la formación estaba en plena fase de consolidación. Ahora, es ya uno de los cuartetos catalanes de referencia, avalado por premios y actuaciones en auditorios de prestigio, como el Palau de la Música Catalana, donde en las dos últimas temporadas han ofrecido recitales con algunas de las obras interpretadas el viernes pasado.
Entre ellas, el Cuarteto op. 51 núm. 2 de Johannes Brahms, que abordan con un sonido de conjunto rico, bien concertado, en una realización magnífica, refinada e idiomática. Desde la delicadeza y variedad en las apariciones del segundo tema del primer movimiento hasta el trío del Scherzo, marcado con exquisita precisión, pasando por un Andante moderato cerrado con un fraseo de gran profundidad expresiva, que parecía extenderse hasta regiones abismales gracias a un rubato y juegos dinámicos seductores, con una cantabilidad y una línea interpretativa que revelan el magisterio de los grandes intérpretes.
En este sentido, el Cosmos Quartet ha ganado en brillantez y solidez en los pasajes expansivos, tanto en términos dinámicos como de sensibilidad, y ha depurado la construcción formal para favorecer la claridad de los distintos registros expresivos. Al mismo tiempo, mantiene una ejecución intensa, con precisión en las respiraciones y en los equilibrios entre voces, aspecto fundamental en la definición de su textura sonora. Satué asume el liderazgo frente al segundo violín y la viola de Bernat Prat y Lara Fernández, quienes exhiben una compenetración casi orgánica, tanto en el soporte del grupo como en su papel de segundas voces o líneas contrapuntísticas, mientras que el violonchelo de Oriol Prat aporta una maleabilidad excepcional, tanto en el lirismo como en los pasajes de acompañamiento esencial. Esto resulta especialmente perceptible en el último movimiento del cuarteto de Brahms y en el Cuarteto op. 71 núm. 2 de Haydn, que destacó por su carácter grácil, expresivo y motriz, así como por detalles como la transición a la sección B desde el pedal y los sforzandi del violonchelo hasta el relieve del segundo violín en el registro grave del segundo movimiento.