Carlos Mena volvía a la Sinfónica de Galicia con un atípico, pero interesante programa, muy alejado del repertorio más trillado. Pero también del mundo barroco con el que Mena habitualmente se ha presentado en Coruña. Entre dos sinfonías, la Sinfonía en re de Arriaga y la mucho más infrecuente Sinfonía núm. 3 de la compositora francesa Louise Farrenc, se interpretó una rareza de Vaughan Williams, las Variaciones sobre Dives and Lazarus. Una peculiar oferta musical.
Siempre es un placer retornar a la Sinfonía del joven Arriaga, un espíritu intenso que iluminó el primer romanticismo europeo de forma fugaz. Fue muy prometedor el primer movimiento con un Adagio vívido, rebosante de misterio, con unos crescendi muy bien construidos. Asimismo, el Allegro vivace exhibió un buen carácter, con el oportuno contraste temático. Únicamente en la agitada Coda presto faltó el dramatismo y la excitación que se espera en la creación de un joven revolucionario. La realización del Andante fue asimismo excesivamente plana y comedida, y aunque las maderas pusieron de su parte su magnífico sonido y entonación, la música no cogió vuelo. Mena nos sorprendió gratamente por llevar una mascarilla transparente; un aspecto más que relevante para que la mímica facial realice su función; sin embargo, paradójicamente parecía más concentrado en la partitura que en sus músicos. No ayudó a levantar el ánimo el Minuetto, una de las secciones más convencionales, incluso a pesar de la hermosísima realización de las flautas en el Trío. En el agitado Allegro con molto final, disfrutamos de la hermosa línea melódica de los violines, sin embargo, el más circunspecto segundo tema no aportó el necesario aliento trágico. La conclusión llegó de una forma abrupta, sin representar una verdadera culminación. Los aplausos ante este domesticado Arriaga fueron muy discretos.
A continuación, Mena nos ofreció una de sus frecuentes sorpresas apareciendo de forma inesperada en el escenario para cantar, acompañado por el arpa, la canción popular en la cual se basa la obra de Vaughan Williams; Dives and Lazarus. Un momento precioso que nos hizo desear más intervenciones vocales. Su canto inspiró a músicos y público, traduciéndose en una muy lírica y nostálgica recreación musical de un magnífico ejemplo de la celebrada escritura británica para cuerdas. Resultó especialmente impactante el clímax central y el dúo de arpa y concertino.