"Sólo hay un dios, Bach, y Mendelssohn es su profeta". Con esta observación, Hector Berlioz se mostró tan astuto como siempre: fue Felix Mendelssohn quien encabezó el renacimiento del interés por la música de Bach en el siglo XIX. Resulta curioso que una obra como la Pasión de San Mateo nunca se había escuchado fuera de Leipzig hasta 1829, cuando Mendelssohn la dirigió en Berlín.
Además de defensor de Bach, Mendelssohn fue un prolífico compositor por derecho propio, un niño prodigio que murió joven (en 1847, a los 38 años). A diferencia del niño Mozart, a quien su padre presentó por toda Europa, el talento musical de Mendelssohn se cultivó en casa. Sus primeras obras fueron interpretadas por una orquesta privada para la élite adinerada de Berlín.
Mendelssohn viajó mucho por Europa, y esas visitas inspiraron algunas de sus partituras más famosas; y como destacado acuarelista también pintaba durante sus recorridos. Mendelssohn realizó diez visitas a Gran Bretaña, donde era recibido como el compositor favorito de la reina Victoria y el príncipe Alberto. Su música se caracteriza por una frescura juvenil, aunque más tarde en su carrera, se volcó en la religión, y escribió oratorios devotos que muestran claramente la influencia de su ídolo, Bach.
1A Midsummer Night’s Dream
Es una obra es un milagro... o más bien obras, porque la obertura de Sueño de una noche de veranoMarcha nupcial y el conjunto de música incidental tienen dos números de opus diferentes, separados por la friolera de 16 años. La obertura, que Mendelssohn compuso en su adolescencia, es una extraordinaria síntesis de la obra de Shakespeare, que evoca la magia de las hadas y los "rude mechanicals", incluido el rebuzno de Bottom, transformado en burro. Mendelssohn, por encargo de Federico Guillermo IV de Prusia, regresó al bosque encantado para escribir una serie de números que acompañaran a la obra, entre ellos, algunos tan populares como la Marcha nupcial, utilizada para dar la bienvenida a miles de recién casados.
2Sinfonía núm. 4 en la mayor, "Italiana"
Mendelssohn compuso cinco sinfonías (además de las "sinfonías de cuerda" que escribió en su adolescencia), de las cuales, la cuarta –denominada también "la italiana"– es la más conocida. Como parte del grand tour que realizó por Europa entre 1829-31, visitó Italia, donde el color y la luz dispararon su imaginación. "La sinfonía italiana avanza a buen ritmo", escribió a su hermana Fanny. "Será la pieza más alegre que haya hecho nunca". El final plasma el espíritu de Roma con una danza tradicional italiana, el Saltarello.
3Concierto para violín en mi menor
Una constante entre sus obras más conocidas es el Concierto para violín. Está lleno de dulzura y exuberancia, pero a pesar de su ligereza, al compositor le llevó varios años componerlo. But for all its lightness, it took the composer several years to write, y fue a través de un intercambio regular de correspondencia con con Ferdinand David, concertino de la Gewandhausorchester de Leipzig. Curiosamente, Mendelssohn enlaza los dos primeros movimientos a través de una nota sostenida del fagot, mientras que el final es otra danza efervescente.
4Sinfonía núm. 3 en la menor, "Escocesa"
Mendelssohn encontró inspiración para su Tercera sinfonía mientras visitaba las ruinas de la capilla Holyrood en Edimburgo. "Todo está ruinoso, deteriorado, y los cielos claros se ciernen sobre ello", escribió a su familia. "Creo que he encontrado allí el comienzo de mi Sinfonía Escocesa". Sin duda, hay una atmósfera sombría en la introducción, pero después hay mucha alegría, y hay también referencias a danzas escocesas en los ritmos "Scotch snap" del segundo movimiento. El final tiene un aire de guerrero de las Highlands.