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Bachtrack top ten: Ludwig van Beethoven

Por , 16 diciembre 2023

“La música es como un sueño. Un sueño que no puedo oir”. Durante gran parte de su vida adulta, Ludwig van Beethoven (1770-1827), uno de los compositores más importantes de todos los tiempos, fue completamente sordo, un hecho que hace que sus logros resulten aún más notables. Beethoven estuvo a caballo entre los periodos Clásico y Romántico, llevando mucho más lejos lo que Haydn y Mozart habían conseguido. Fue el primer compositor en liberarse del patronazgo de la iglesia o la corte, y forjó una carrera independiente a través de la venta y publicación de sus obras.

Ludwig Van Beethoven, retrato de Joseph Karl Stieler (1820)
© Public domain

Beethoven se inspiraba en la gran literatura (Goethe y Schiller) y los ideales de la Revolución francesa para escribir una música que transmitiera el poder del espíritu humano y una filosofía de vida sin tener que recurrir a las palabras. Su ambición era inmensa. El concierto benéfico que dirigió en el Theater an der Wien en 1808, en el que se estrenaron el Cuarto concierto de piano, la Quinta y Sexta sinfonías y la Fantasía coral en una sola (y larga) velada.

It was in 1802, while composing his Second Symphony in Heiligenstadt – then in the countryside outside Vienna – that Beethoven’s encroaching deafness became more pronounced, causing him a great deal of anguish. He wrote a suicidal letter to his brothers – the Heiligenstadt Testament – a letter that he never sent. Beethoven persevered, although his days as a virtuoso pianist ended. It was not until around 1819 that he went completely deaf, which meant he relied on conversation books for communication.

Fue en 1802, mientras componía su Segunda sinfonía en Heiligenstadt –entonces en el campo a las afueras de Viena– que la incipiente sordera de Beethoven se hizo más evidente, causándole una profunda angustia. Escribió una carta suicida a sus hermanos –el Testamento Heiligenstadt–, carta que nunca envió. Beethoven perseveró, aunque sus días como pianista virtuoso terminaron. Fue alrededor de 1819 cuando ya se quedó completamente sordo, y por tanto, ya solo podía comunicarse por escrito.

Ludwig van Beethoven, retrato de Josef Willibrord Mähler (1804–05)
© Public domain

Sus últimas obras (especialmente las últimas sonatas de piano y cuartetos de cuerda) no se comprendieron y se consideraban extraños mientras el recluido Beethoven exploraba nuevos caminos musicales. Sus logros fueron inmensos; compuso el ciclo sinfónico más importante de todos los tiempos, así como cuartetos de cuerda, sonatas de piano y conciertos, y todos abrieron nuevos caminos. El único campo en el que no tuvo éxito fue en el de la ópera, su único esfuerzo (Leonore, revisada como Fidelio) una obra extraña y desigual. Cualquier playlist de las mejores 10 obras que se plantee, se queda muy en la superficie, de hecho, para esta, hemos considerado 30 obras por lo menos.

1Sinfonía núm. 3 en mi bemol mayor, “Heroica”, op. 55

¿La más grande sinfonía de Beethoven? Mientras las dos primeras seguían el modelo y proporciones haydnianos, la tercera pisa un nuevo y revolucionario camino. En 1801 Beethoven escribió en su diario “no estoy satisfecho con mis obras hasta ahora. Desde hoy, quiero tomar un nuevo camino”. En principio, la Heroica iba a estar dedicada a Napoleón, cuyos valores de libertad y fraternidad Beethoven compartía, pero cuando Napoleón se coronó a sí mismo Emperador en 1804, Beethoven entró en cólera y tachó la dedicatoria de la partitura. “No es más que otro mortal! Pisoteará todos los derechos de los hombres solo para satisfacer su ambición…”

Esta interpretación de la Bundesjugendorchester incluye la lectura del Testamento de Heiligenstadt antes de la Marcia funebre.

2Sinfonía núm. 5 en do menor, op. 67

La Quinta comienza con esas cuatro notas que todo el mundo reconoce. El motivo del Destino “llamando a la puerta” sobresalta a la audiencia como un trueno y domina el primer movimiento, en medio del cual aparece una lastimera cadenza de oboe. El segundo movimiento es un conjunto de variaciones de dos temas seguido por un Scherzo que enlaza con el final mediante una increíble transición de insistentes timbales antes de que un triunfante do mayor irrumpa de entra las nubes. La Quinta es una lucha heroica que, para Hector Berlioz, “emana única y directamente del genio de Beethoven”. 

3Concierto para piano núm. 1 en do mayor, op. 15

Si las primeras sinfonías de Beethoven estaban influenciadas por Haydn, los conciertos se escribieron bajo la sombra de Mozart. Los cinco son magníficos –el "Emperador" quinto es quizás el más popular, pero tengo debilidad por el Primero (el segundo que se compuso, el primero que se publicó). Tenía varios conciertos de Mozart en su propio repertorio y en su concierto en do mayor, como en los conciertos en do mayor de Mozart, Beethoven hace un uso prominente de trompas, trompetas y timbales. El Largo es melancólico, anticipando la Sonata Pathétique que llegaría poco después, pero el Rondo final está lleno de humor, es una rústica contradanza con un sofisticado giro dado por su impredecible tema (cada frase es de una extensión distinta).

4Sinfonia núm. 7 en la mayor, op. 92

La Heroica es revolucionaria y la Quinta es heroica, pero la Séptima es bulliciosa y enérgica, con excepción del Allegretto, que tiene un aire elegíaco, marcado por un patrón rítmico inquietante. El Scherzo rebota y salta y el finale es desenfrenado. Wagner describió la Séptima como la “apoteosis de la danza” por su dirección rítmica y Antony Hopkins escribió, “La Séptima sinfonía, quizá más que ninguna de las otras, ofrece una sensación de auténtica espontaneidad: las notas parecen despegar de la página mientras nacemos en una marea de inspirada invención”.

5Concierto para violín en re mayor, op. 61

Beethoven escribió un solo concierto para violín, encargado por Franz Clement, el concertino de la orquesta del Theater an der Wien. No es una pieza virtuosística, sino lírica y seria, hecha a la medida del estilo interpretativo de Clement. De casi 50 minutos de duración (el concierto para violín más largo del repertorio habitual), dejó al público y a los críticos desconcertados. Johann Nepomuk Moser, en un texto del Theaterzeitung, especuló que “las interminables repeticiones de ciertos pasajes pueden resultar tediosos… que si Beethoven continúa por este camino, él y el público acabarán mal”.

Muchos violinistas –Fritz Kreisler fue el más destacado– han escrito sus propias cadencias para el concierto. Aquí, Patricia Kopatchinskaja interpreta una cadenza adaptada de la que Beethoven escribió para su propio arreglo del concierto para piano.

6Sonata para piano núm. 21 en do mayor, "Waldstein", op. 53 

De las 32 sonatas para piano de Beethoven, he elegido no una de las últimas y más profundas, sino una revolucionaria, dedicada al Conde Ferdinand Ernst Gabriel von Waldstein, buen amigo y uno de los primeros patrones que sufragó el cambio de Beethoven de Bonn a Vienna en 1792. El primer movimiento, Allegro con brio, late con una energía sobrealimentada y una impaciencia irritante, enroscada como un resorte. No hay un movimiento lento realmente, pero un Adagio molto que actúa como una introducción al finale, que se abre poéticamente, brillando con belleza, antes de una serie de agresivos interludios y una coda de locos.

7Cuarteto de cuerda núm. 12 en mi bemol mayor, op. 127

Beethoven no había escrito un cuarteto de cuerda en una década cuando comenzó a componer el de mi bemol mayor, op. 127 en 1824, el primero de sus profundos últimos cuartetos. Sublime, íntimo y de una extensión épica, fue mucho más allá de lo que parecía posible en el reino de la música, alcanzando lo trascendental. El estreno en 1825 por el Cuarteto Schuppanzigh dejó al público desconcertado. El crítico del Allgemeine Musikalische Zeitung lo describió como “una serie de demasiado extensas fantasías incomprensibles, incoherentes, vagas; caos, del cual momentos de genialidad emergen de vez en cuando como rayos de una nube negra de tormenta”.

8Sinfonía núm. 9 en re menor, "Coral", op. 125

Una de las últimos actos compositivos revolucionarios de Beethoven llega con el clímax de última sinfonía: ¡añade voces! Tras tres largos movimientos que van del caos a la serenidad, la orquesta comienza a luchar consigo misma de nuevo, acallada con la adaptación de Beethoven de la Oda a la alegría de Schiller, una eufórica visión de la fraternidad para coro y cuatro solistas.

A pesar de su sordera, Beethoven insistió en dirigir el estreno en Viena el 7 de mayo de 1824. Sus gestos iban muy fuera de tiempo con los intérpretes, a quienes se les había dicho que siguieran al concertino. Al final, con muchos compases de retraso e incapaz de escuchar los aplausos del público, Beethoven continuó dirigiendo hasta que la contralto Caroline Unger le tocó en el hombro y le giró para que recibiera la aclamación del público.


9Misa en re mayor, “Missa solemnis”, op. 123

“Mi objetivo principal era despertar e infundir sentimientos espirituales no solo en los cantantes, sino también en los oyentes”. Beethoven decidió componer su “misa solemne para el nombramiento de su amigo el archiduque Nicholas Rudolph como cardenal de la Iglesia y Arzobispo de Olmutz. Luchó con la obra durante varios años, no pudo cumplir con la fecha de entrega, y la terminó en diciembre de 1822. La escribió a la vez que su Novena sinfonía; de hecho, dirigió el Kyrie, Credo y Agnus Dei en el estreno de la Novena.

El secretario personal de Beethoven, Anton Schindler, escribió posteriormente, "En la sala de estar, tras la puerta cerrada, oímos al maestro cantar partes de la fuga del Credo, cantando, aullando, dando pisotones... La puerta se abrió y Beethoven estaba de pie ante nosotros con rasgos distorsionados calculados para incitar miedo. Parecía como si hubiera librado un combate mortal con toda la hueste de contrapuntistas, sus eternos enemigos..."

10Sonata para violín núm. 9 en la mayor, “Kreutzer”, op. 47

La novena de sus diez sonatas para violín, la Kreutzer es la más larga y compleja (y la única que contiene una introducción lenta). Fue compuesta para su amigo George Bridgetower poco después de que este llegara a Viena en 1803, antes de componer la Sinfonía Heroica. De todos modos, Beethoven y Bridgetower tuvieron una fuerte discusión estando bebidos (se pelearon por una mujer) y el compositor cambió la dedicatoria al violinista parisino Rodolphe Kreutzer. Paradójicamente, Kreutzer nunca la tocó.

“Impulsos enteramente nuevos, nuevas posibilidades se me revelaron, unas con las que ni siquiera había soñado antes”. No son palabras de Beethoven, sino del trágico héroe de la novela de Leo Tolstoy de 1889 La sonata a Kreutzer en la que la interpretación de la sonata lo vuelve loco y mata a su mujer. La novela de Tolstoy, a su vez, inspiró el Primer cuarteto de cuerda de Janáček.

¿Quiere leer algo distinto? Nuestra playlist de 2020 trata el Beethoven menos trillado.

Traducido del inglés por Katia de Miguel

“las notas parecen despegar de la página mientras nacemos en una marea de inspirada invención”