En el día de los enamorados, algo que parece muy adecuado para esta música, la Orquesta Sinfónica de Tenerife y su titular Antonio Méndez continuaron su excelente ciclo dedicado a Robert Schumann con el concierto titulado “Schumann II”, contando con la violinista alemana Veronika Eberle, artista en residencia esta temporada. Las obras interpretadas fueron la obertura Genoveva, el concierto para violín y la segunda sinfonía. Antonio Méndez volvió a mostrar sus credenciales como intérprete del compositor alemán con una lograda versión de la Obertura Genoveva op. 81, llena de energía, expresión y contrastes; comenzando con el sufriente Langsam inicial, para luego adentrarnos en el Leidenschaftlich bewegt, donde Méndez mostró estupendamente el carácter interrogante del primer tema, la luminosidad inicial del segundo y el brillante final en tono mayor. La orquesta estuvo a buen nivel, atenta y expresiva.
El Concierto para violín y orquesta en re menor, WoO 23 es considerado como una especie de Cenicienta dentro del repertorio violinístico, con una historia que va desde su rechazo inicial hasta su extraño redescubrimiento en los años treinta del siglo XX. Cierto que hay elementos que pueden influir para que no sea tan interpretado: no tener ninguna cadenza para el solista, el extraño desarrollo del primer movimiento y las repeticiones del último, además del encubierto virtuosismo de la parte solista, plagada de dificultades que no siempre parecen tan deslumbrantes. Sea como sea, ante versiones como la escuchada en esta velada, es difícil no rendirse ante la genialidad de Schumann. Triunfo total de Veronika Eberle, que estuvo fantástica en todos los sentidos. Con un sonido lleno y variado, superó sin problemas las múltiples dificultades técnicas y, sobre todo, ofreció una interpretación plenamente convincente. Desde la soberbia entrada inicial en el In kräftigem, nicht zu schnellem Tempo, atacada con seguridad y fuerza, la violinista deleitó durante todo el primer movimiento, destacando momentos como el segundo tema y el interpretativamente difícil desarrollo. En el maravilloso segundo movimiento, Langsam, Eberle fue un prodigio de musicalidad, interactuando con la orquesta de manera magistral. En el último tiempo, Lebhaft, docht nicht zu schnell, combinó estupendamente la fuerza rítmica con los momentos más delicados. La labor de Méndez fue también magnífica, consiguiendo que el interés no decayera en ningún momento y haciendo una gran labor camerística. Todo esto, unido a la excelente prestación orquestal, hicieron que disfrutáramos de una versión extraordinaria.