Es bien conocido que en Latinoamérica los jóvenes están sorprendiendo a nivel musical. Hay una mezcla de novedad, entusiasmo y ganas de superación que hace que los resultados sean excelentes en la mayoría de los casos. En cuanto a la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil del Perú, dependiente del Ministerio de Cultura, se da un caso similar. Bajo la dirección de su titular, Pablo Sabat, y un grupo de instructores en los diferentes grupos instrumentales, se viene trabajando sostenidamente con este elenco desde hace algunos años, de manera exhaustiva para que los jóvenes músicos, cuyas edades van de los 14 a los 29 años, puedan trabajar repertorio tanto orquestal como de cámara. Esta orquesta de mediano tamaño comenzó con repertorio clásico, pero en el último año ha ido ampliando su espectro, interpretando obras demandantes de autores como Wagner, Elgar, Dvorak, Ravel, Sibelius, y próximamente Mahler y Bruckner.
Este último fin de semana la orquesta se enfrentó a un reto grande al acompañar a dos importantes figuras en dos conciertos. A la joven, pero ya legendaria, violinista Sarah Chang y al también violinista Philip Setzer, miembro fundador del célebre Emerson String Quartet.
En ambos programas la orquesta interpretó a un compositor nuevo en su repertorio: Maurice Ravel. Presentaron la suite Le tombeau de Couperin en cuatro movimientos, en los cuales la batuta de Sabat logró sacar un balance elegante y sobrio, pero preciso, con una excelente interpretación destacada del primer oboe, Luis Chumpitazi. La otra obra fue la Sinfonía "Clásica" de Sergei Prokofiev, obra de temperamento fresco y juvenil, pero exigente. Destacaron en especial los metales, vientos con gracia, y cuerdas precisas.
La OSNJ acompañó a Sarah Chang en dos obras: el muy romántico Concierto para violín y orquesta de Max Bruch y la popular Tzigane de Maurice Ravel. Chang demostró por qué es una de las violinistas más virtuosas, sobre todo al abordar dos obras tan diversas en carácter y técnica. Esta imponente obra de Bruch fue interpretada con mucho lirismo y fuerza, en la que Chang demostró vigor y compenetración, junto a una orquesta inspirada y potente. La Tzigane de Ravel incluye una larga cadenza del violín, que utiliza todos los recursos, y en la que la intérprete ofreció matices exuberantes. La técnica fue impecable, y con un interesante sentido gitano. La OSNJ al mando de Sabat supo complementar a Chang, sobre todo en los tempi más estrepitosos.