El colorismo socarrón de la Suite de danzas, Sz. 77, de Béla Bartók fue un más que acertado comienzo para el concierto que dirigió Dennis Russell Davies con la Orquesta Sinfónica de Galicia. Un atractivo programa fundado en los contrastes, con un discurso heterogéneo donde los significados están condicionados por el estigma político en el que convivieron las obras.
No olvidemos que Suite de danzas se estrenó en 1923, dentro del concierto que conmemoraba la unificación de las ciudades que actualmente integran Budapest. Forma parte de las investigaciones que Bartók desarrolló en la búsqueda de un lenguaje que explora sonoridades y contrastes rítmicos, sin huir de la espontaneidad expresiva del folclore. Así, es labor de Bartók transportarnos a esa visión de una Hungría "conciliadora", en una Europa en periodo de entreguerras, a través de unas melodías que danzan con carácter árabe, húngaro y rumano.
La concatenación de sus seis movimientos, dominados por la sección de viento, fueron ejecutadas con cierto espíritu liberador sin apenas interrupción. La voz del fagot, que parece adentrarnos a un paraje despreocupado, o del oboe, que nos invita con su andar a un juego trepidante −donde la severidad de la tuba es la antítesis de los saltos traviesos del trombón−, configuran un ambiente festivo. Los matices exóticos se expresaron con mayor magnitud en los momentos de "turbación orquestal". Fue indispensable la caída hacia esa bruma oscura y enigmática, totalmente opuesta a la perspicacia del flautín, a la elegancia del arpa o al aire sutil de los violines. A pesar de tratarse de una genial interpretación, la incomprensión del público indignó al director, que no dudó en solicitar con cortesía una acogida más calurosa.
El gran acontecimiento de la noche fue el estreno de Graal Théâtre, concierto en dos movimientos −Rubato delicato e Impetuso−, para violín y orquesta, de Kaija Saariaho, hasta ahora nunca visto en España. La brillantez técnica de sus composiciones, comprometidas con procedimientos electrónicos y espectrales −derivados de su fascinación por el trabajo de Tristan Murail y Gérard Grisey−, la han convertido en una compositora prolífica de gran proyección internacional.
Dedicó la pieza a Gidon Kremer, que fue grabada por la BBC Symphony Orchestra bajo la dirección de Esa-Pekka Salonen en 1994. Saariaho toma el título de los textos poéticos de Florence Delay y Jacques Roubaud, estímulos indispensables para reorientar la "dramaturgia" compositiva de una forma tradicional como es el Concierto. Su reinterpretación de la leyenda del Rey Arturo, de los Caballeros de la Mesa Redonda y del Santo Grial, motivaron a "desafiar" la maestría violinística tantas veces lograda, engendrando una voz propia. En esta ocasión, es Jennifer Koh quien nos proyecta a la dimensión tímbrica de Graal Théâtre, haciendo gala de su gran virtuosismo técnico.