En uno de los recintos musicales más hermosos de Bogotá, el Auditorio Fabio Lozano, se llevó a cabo la presentación de la Fusión Filarmónica Juvenil y el violinista Alexandre Da Costa bajo la batuta del director invitado Josep Caballé Domenech. El primer desconcierto se dio al abrir el programa de mano. Preocupa el descuido de este material que, en cualquier presentación de este tipo, se convierte en carta de presentación, guía de concierto y en el primer contacto que se establece entre el público y la música que está por venir. Si cualquier persona allí en ese auditorio se formuló la natural pregunta ¿qué es la Fusión Filarmónica Juvenil? no obtuvo respuesta alguna. Allí, en ese impreso, el orden del programa estaba trocado y no se decía nada acerca de este proyecto: ni qué es, ni quiénes conforman esta orquesta, ni de qué se trata este proyecto.
Vale la pena dedicar unas cuantas letras a explicar que la Fusión Filarmónica Juvenil no es una orquesta estable, sino un proyecto temporal que reúne a los músicos de las agrupaciones juveniles de la Orquesta Filarmónica de Bogotá (Banda Filarmónica, Orquesta Filarmónica Juvenil y Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara) para hacer grandes montajes orquestales con directores invitados. Y vale la pena resaltarlo porque ahí, en ese punto, radica una de las más grandes sorpresas: una orquesta de jóvenes que se reúne durante una o dos semanas para realizar un montaje de alto nivel está superando en profesionalismo y resultados musicales a las orquestas estables más importantes de este país.
El Concierto para violín de Siegfried Wagner rompió el silencio del auditorio. El carácter noble, melancólico y reprochador del primer tema se presentó en maderas y cuerdas y creó la atmósfera sobre la cual cantaría apasionadamente el aclamado solista canadiense, invitado a estrenar esta obra en Colombia. Su sonido, vibrante y poderoso construyó frases repletas de significado y emociones contenidas que volaron sobre una orquesta compenetrada y sólida que aportó una sonoridad profunda, un carácter conmovedor y penetrante. La Fusión Filarmónica sobresalió como acompañante y se mantuvo en función del solista, logrando un buen equilibrio, balance y mezcla con el sonido poderoso y profundo de Da Costa. Las dinámicas, mesuradas, conservadoras y contenidas de la agrupación aportaron una sonoridad espléndida, redonda, grave y envolvente con la que pudieron jugar para hacer lindos cambios de color. Por su parte, Da Costa, completamente prolijo y expresivo, logró hacer de este Concierto una pieza sublime en la que se lució con su sonido mágico que mantuvo a la par la tensión, la emoción y la ilusión de unas frases musicales increíblemente bellas, detalladas, pronunciadas y conducidas.