Las obras planteadas en el concierto del viernes de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia titulado "Fragilidad y Fuerza", bajo la dirección del español Eduardo Portal y con la participación del violinista alemán Konradin Seitzer, estaban combinadas de una manera tal que resumían un diálogo entre la vida y la muerte. Un programa atractivo y arriesgado que propuso abrir con obras luminosas y joviales, las cuales sirvieran como introducción a composiciones maduras y complejas que, tanto en Berg como en Mahler, coinciden ser de las últimas obras sus respectivos catálogos. El arreglo que el mítico Stokowski hizo del coral "Wachet auf, ruft uns di stimme" ("Despertad, nos llama la voz") de la cantata de Bach del mismo nombre, dio paso en la primera parte al Concierto para violín de Alban Berg, "A la memoria de un ángel"; y la Serenata en mi b mayor, op. 7 de Richard Strauss presentó el Adagio de lo que se conoce en la actualidad como el primer movimiento la décima sinfonía de Mahler.
No fue una noche exitosa para Portal ni para la orquesta. Desde la primera obra escuchamos una orquesta dirigida inapropiadamente. Las enseñanzas de Stokowski, aquel director célebre no solo por haber sido la cabeza de importantes orquestas en los Estados Unidos, sino por ser uno de los precursores de la grabación sinfónica, se olvidaron y no se tuvieron en cuenta. El sonido estéreo, balanceado y cohesionado por el que tanto trabajó Stokowski no se logró. Por el contrario, cada familia instrumental, aún actuando con pericia y musicalidad, aparecía desconectada de las otras. Una interpretación que supuso un presagio de lo que pasaría en el Concierto para violín.
Portal no se vio cómodo dirigiendo. Sus ideas para el concierto no lograron contar la historia que Berg, literalmente, propuso para esta obra, y terminamos escuchando un entramado de impulsos y efectos que desarmaron fragmentos tan hermosos como el coral bachiano de las maderas en el segundo movimiento. El biógrafo y amigo personal de Berg, Willi Reich, afirma que el compositor pensó el primer movimiento como el retrato amoroso y angelical de la joven Manon Gropius, quien inspiró la composición, y el segundo, como la descripción de su muerte y despedida. Pero este cambio radical de carácter tampoco fue reconocible. Para dirigir esta música hay que tener claridad en las ideas, en aquellas pequeñas estructuras que conducen a construir el gran cuadro final, y más en composiciones de lenguajes seriales como estos. Portal no se notó seguro, y lo escuchado refleja que no había una planeación certera de las secciones de la composición en todos sus niveles. La construcción de las tensiones que determinan el carácter de las mismas parecieron inexistentes.