Acompañado de Rolf Lislevand -tiorba y guitarra-, Michael Behringer -clave y órgano- y Philippe Pierlot -viola da gamba baja de 7 cuerdas-, Jordi Savall ha rendido homenaje a una película que, en 1991, sirvió para muchos -también es el caso de quien escribe estas líneas- como pasarela de acceso a las figuras y la música de Monsieur de Sainte-Colombe, Marin Marais o el propio Savall. Si bien el film de Alain Corneau habita fundamentalmente el territorio fictivo -su trama se articula como un trasvase cinematográfico de la novela homónima de Pascal Quignard- y parte de la semblanza dedicada a los dos violagambistas franceses, no es fiel con respecto a los datos históricos de los que disponemos -hecha la salvedad, según explicó Savall al público en una de sus presentaciones, de ciertos episodios, como el de las escuchas secretas de Marin Marais bajo la cabaña donde su maestro probaba y creaba, reservándose golpes de arco y melodías únicamente para sí mismo-, lo cierto es que su relato contribuyó proyectando luz sobre un repertorio que gozaba -y acaso siga siendo la coyuntura actual- de mucho menos reconocimiento del que sus virtudes ameritan.
El programa se planteaba, por tanto, a la manera de recorrido por algunas de las piezas más sublimes de Sainte-Colombe, Marais, Jean-Baptiste Lully, Eustache du Carroy, Monsieur de Machy, Jean-Baptiste Forqueray, Jean-Philippe Rameau o François Couperin: aquellas que integraron la banda sonora, casi siempre de modo diegético, de Tous les matins du monde. Las partituras, en buena parte de las obras, se arreglaron para la ocasión adaptando su forma a la disposición de cuarteto, a fin de involucrar simultáneamente los talentos de Behringer, Lislevand, Pierlot y Savall. Se trató, por lo demás, de una decisión afortunada: desde la célebre Marche pour la cérémonie turque, que inauguró la velada, hasta la imperecedera Les Voix Humaines, las lecturas se beneficiaron del acompañamiento de tiorba, guitarra, clave, órgano y una segunda viola da gamba en la función de bajo continuo.
La profundidad de la séptima cuerda -una de las aportaciones técnicas al instrumento introducidas por Mr. de Sainte-Colombe- alimentó el aire grave que atraviesa muchas de estas composiciones: su exégesis se llevó a cabo con la sobriedad, limpieza y poso que corresponden a los afectos que las provocan. Conviene recordar en este sentido el retrato que Corneau consagra a la obsesión por la pureza musical de Le Père, expresadas mediante sus constantes invectivas contra la orfandad de emoción en las interpretaciones de sus contemporáneos o el servilismo cortesano de Marais -identificable, mutatis mutandis, con el espíritu de lo que en el siglo XX daría en ser llamado la Gebrauchsmusik-. En un momento del metraje, el padre de Madeleine declara iracundo a su avieso discípulo: "¿Escucha los sollozos que la aflicción arranca a mi hija? ¡Están más cerca de la música que sus escalas!"