Los instrumentos musicales tienen un propósito claro y su sitio natural no es una vitrina de un museo o una exposición. Pero conservarlos nos permite su estudio, reproducción e interpretación de la música que se compuso en su tiempo, así como comprender la relación con la música en distintas culturas. En muchos casos son piezas con enorme valor artístico y técnico y dignas de ser admiradas. A continuación os mostramos algunos espacios en los que sumergirse en el interesante mundo de los instrumentos musicales.
El Museo de la Música de Barcelona
Museo de la Música de Barcelona está ubicado en el mismo edificio, diseñado por Rafael Moneo, que l’Auditori y la Escuela Superior de Música de Barcelona, al instalar la colección de instrumentos en este nuevo edificio en 2007 se completaba el proyecto “ciudad de la música”: un gran espacio dedicado a la música en Barcelona.
La colección del Museo de la Música de Barcelona tiene una larga andadura que cubre casi todo el siglo XX, su origen se remonta a 1921, momento en el que el Ayuntamiento de Barcelona aceptó una donación de instrumentos musicales por parte de un grupo de prohombres barceloneses para iniciar el proyecto de un nuevo Museo del Teatro, la Música y la Danza. A lo largo del siglo se fue incrementando con diversas donaciones, muchas realizadas por músicos, y pasó por distintas ubicaciones. En 1969 la colección principal contaba con 966 instrumentos y en 1991 se publicó el primer catálogo completo que presentaba 1300 instrumentos. En la actualidad, la institución vela por un total de 1700 piezas de las que exhiben unas 500. El Museo de la Música conserva también un importante archivo histórico fruto de donaciones de músicos, o sus herederos, estrechamente vinculados con la vida musical barcelonesa. Entre ellos están el Fondo Isaac Albéniz, el Fondo Enrique Granados o el de Miquel Llobet. Estos fondos personales contienen documentos, partituras, cartas, fotografías y manuscritos y suponen unas fuentes documentales valiosísimas para el estudio e investigación de la obra y la vida de los compositores e intérpretes.
A lo largo de todos esos años, la colección se ha hecho con una amplísimo conjunto de guitarras y en la actualidad conserva una de las mejores colecciones de guitarras del mundo. Destacan en la misma dos del constructor almeriense Antonio de Torres (considerado el Stradivarius de la guitarra), ambas parte de la Colección Llobet. Son dos ejemplares construidos en Sevilla, uno en 1859 con un sonido de una "gran pureza y brillantez", según los expertos y el otro de 1862. Se puede ver una guitarra del periodo barroco (datada entre 1650 y 1700), alguna del constructor gaditano Juan Pagés y otras procedentes de Italia, Francia y Sudamérica. Se pueden observar también las curiosas guitarras-lira. Además de las guitarras, gracias a numerosos instrumentos de cuerda como laúdes (con ejemplares de los mejores constructores del XVI y el XVII), mandolinas o cítolas podemos hacer un repaso por la historia de los instrumentos de cuerda pulsada.
El otro apartado destacable es el de los instrumentos de tecla de los que conservan clavicordios, clavicembalos o claves y pianos. Además de la riqueza del conjunto, a través del cual se puede hacer un recorrido por la historia y el desarrollo del instrumento, destacan piezas como el claviórgano (Hauslaib, Lorenz, ca. 1590); el claviórgano combina el mecanismo de un órgano y el de un clavicémbalo, dando como resultado una sonoridad muy particular, se conservan muy pocos ejemplares en la actualidad y este Hauslaib además está en funcionamiento. También está en uso el clavicembalo del constructor Christian Zell y otros, con mucha personalidad, como el piano Carl Rönisch de 1905 de Isaac Albéniz o el Chassaigne Frères de comienzos del siglo XX que perteneció a Frederic Mompou.
Los Stradivarius
El denominado Cuarteto Real o Cuarteto palatino en origen fue un quinteto. Antonio Stradivari realizó el conjunto para Carlos II en un principio, pero después se lo ofreció a Felipe V. Al final la entrega no se realizó. Muchos años después, Carlos III gestionó la adquisición del quinteto para su hijo. La transacción se hizo con Paolo, uno de los hijos de Antonio Stradivari que se había hecho cargo del taller y se dedicó al comercio. El quinteto ornamentado (2 violines, 2 violas y un bajo de violón) llegó a Madrid en 1772 para la Real Cámara del príncipe Carlos, futuro Carlos IV. Al finalizar la Guerra de la Independencia, en 1814, faltaban las dos violas. La viola contralto fue recuperada en 1950 y, a falta de la que completaría el quinteto, es la única del luthier de Cremona que se conserva decorada. La viola lleva el año de factura de 1696, el bajo de violón 1694 y los violines 1709. El violonchelo es el que más intervenciones ha recibido, incluyendo el achicarlo para adaptarlo a nuevas modas. La última fue en 2012, cuando se rompió el mástil, un minucioso trabajo de luthería a cargo de las manos de uno de los mejores artesanos del mundo, Carlos Arcieri, le ha devuelto su esplendor. Uno de los aspectos más interesantes del conjunto es que ha permanecido unido y adscrito a la corona desde su adquisición. Las decoraciones consisten en una cenefa de rombos y círculos que recorre el perímetro de la tabla armónica; los aros y clavijeros presentan roleos renacentistas enriquecidos con motivos vegetales, florales y zoomorfos. La calidad del cuarteto se puede apreciar en los conciertos que se ofrecen con él una vez al año y la belleza de las piezas durante el resto del tiempo si visita el Palacio Real de Madrid.
Junto al cuarteto se conserva otro violonchelo de Stradivari de 1700. También lo adquirió Carlos III, pero no tiene relación con el conjunto anterior. Eso sí, posee unas calidades extraordinarias y es una de las mejores realizaciones de su constructor.
Madrid conserva a buen recaudo otra joya salida del taller de Antonio Stradivari. El violín Boissier, de 1713. Perteneció a Pablo Sarasate, quien lo legó en su testamento al Conservatorio Superior de Música, institución que lo custodia desde 1909. El otro Stradivarius que poseía el navarro, y que tocaba más, era de 1724 y lo legó al Conservatorio de París. En época de Sarasate se conocía también por el “rojo” suponemos que por el intenso color de su barniz. El sobrenombre hace referencia al coleccionista suizo Boissier en cuya posesión estuvo durante parte del s. XIX. Pertenece a la época dorada de construcción del taller de Stradivari, destacan la belleza de su barniz, que es el original y resalta las vetas de la madera de arce de la tapa del fondo y los aros, así como su magnífico estado de conservación. Ana María Valderrama ganó el Concurso Internacional de Violín Pablo Sarasate en 2011, aquí podemos ver a la joven violinista haciendo vibrar las cuerdas de este maravilloso violín.
Museo Interactivo de la Música de Málaga
El Museo Interactivo de la Música de Málaga es un museo inteligente que quiere generar experiencias nuevas a sus visitantes. Se presenta a los que acceden a sus salas con el lema “por favor, tocar” e invita a los usuarios a participar activamente a lo largo de la visita. A través de sus instalaciones y diseño aspira a que el visitante reflexione sobre el significado del sonido. Lo que hay en el origen del museo es pasión, la pasión de Miguel Ángel Piédrola Orta, que desde que con cuatro años recibió como regalo una bandurria del taller de Francisco Domínguez en Málaga, no ha parado de coleccionar instrumentos con el afán de investigar y divulgar la cultura a través de los instrumentos musicales. En 1991 tenía 1000 instrumentos, ese conjunto fue el embrión del actual museo.
La colección engloba piezas desde el origen de la música hasta los mecánicos, reproductores de sonido grabado y electrónicos, y muestra instrumentos procedentes de los cinco continentes. Hay ejemplos de arqueología musical como un raspador de hueso o trompas naturales. De Europa occidental se muestran instrumentos populares y folklóricos, (mandolinas, bandurrias y guitarras junto a curiosidades como el guitarlaúd y zanfoñas), así como instrumentos de banda. Uno de sus tesoros es un arpa Erard de 1819. Tienen varios pianos Erard, uno de la fábrica de Muzio Clementi, y algunos de fabricantes malagueños. El resto de la muestra es tan variada como sus procedencias: hay instrumentos africanos como el balafón o la sanza, de Asia, muestras de la sofisticada cultura instrumental de India, de Oceanía, y de América, un charango de quirquincho (hecho con caparazón de armadillo), flautas de pan y quenas.
Museos de Urueña
En un pequeño pueblo de Tierra de campos, en Valladolid, está el Museo de la Música de Urueña. La colección pertenece al músico y compositor Luis Delgado y se muestra en un edificio diseñado específicamente para albergarla. Se exhiben unos 500 instrumentos de los 1200 que forman la colección. La exposición actual muestra la diversidad existente en la creación de instrumentos musicales y los instrumentos que la conforman están en uso y son utilizados por intérpretes en conciertos, grabaciones y conferencias.
Su autor divide la colección en cuatro apartados: instrumentos que, partiendo de la iconografía medieval, se han encargado a constructores especializados. Son pues, ejemplares únicos fruto de una profunda labor de investigación por parte de luthiers y músicos. Los adquiridos en viajes. Los instrumentos donados por visitantes y personas del entorno musical e instrumentos originales de los siglos XVIII, XIX y principios del XX que presentan ornamentaciones y acabados de enorme delicadeza.
También en Urueña está la Fundación Joaquín Díaz dedicada al estudio de la música popular, alberga instrumentos, archivo sonoro y documental. Y una curiosidad completa la visita a este pequeño, pero riquísimo pueblo, el Museo de campanas que, créanme, es mucho más fascinante de lo que puede parecer en un principio.