Desde una lectura moderna en instrumentación, se dio la oportunidad de explorar las diferentes vertientes de una propuesta monográfica sobre Bach. Concretamente, el conjunto de conciertos fueron visitados desde las cuerdas de una orquesta moderna y el piano.
El Concierto para clave núm. 4 en la mayor, BWV1055, arrancó con gran vitalidad debido a la gran agilidad de Angela Hewitt en manejar el enfrentamiento de cada grupo de cuerdas. Aunque algunas líneas melódicas quedaron desangeladas en intensidad por la falta de subrayar las cuerdas graves. Sin embargo, la ejemplificación de la pianista canadiense en moldear unos equilibrados recorridos dinámicos en las respuestas contrapuntísticas entre piano y orquesta permitieron un remate perfecto.
El Concierto para clave en mi mayor BWV1053 se plasmó desde un especial trabajo en la vinculación con el conjunto extremeño. Tal relación fue evidente desde el punto de vista técnico, ante el control del tempo y sforzando en cada línea melódica. Se sumó la concepción de una coherencia formal por medio de articular cada textura. Por un lado, se trabajó, reseñablemente, los momentos de acompañamiento con diestros acentos en cada fraseo entre concertino, cuerdas y piano, para así resultar en una sonoridad equilibrada. Y por otro, la generación de un sonido homofónico en las cadencias a través de un marcado uso de las cuerdas graves.
Finalizó esta primera parte con el Concierto para clave núm. 5 en fa menor, BWV1056, el cual, se caracterizó por la elección de un tempo apresurado, pero muy efectivo para trasmitir dinamismo. Adjetivo especialmente enriquecido con sutiles acentos en trinos y entradas pianísticas. No obstante, se alcanzó una sonoridad conjunta energética final con sobresalientes pizzicato y silencios cortantes.
El resto de la velada mejoró en la exposición de sensibilidad combinada con técnica. Por ende, el Concierto para clave núm. 3 en re mayor, BWV1054, fue expuesto desde una dirección que moldeaba la combinación textural con la expresividad. En primer lugar, la característica densidad polifónica fue exhibida por parte del conjunto de cuerdas desde fraseos cristalinos y precisión rítmica. En segundo lugar, se mostró un alarde expresivo de lamento a través de subrayar el ritmo ternario. Aunque la combinación con la técnica y la expresión fue sumamente interesante en los finales y complejos pasajes entre cuerdas y piano. En concreto, se consiguió con el control férreo de cadencias, uniones, como por la gustosa depuración en la dirección de un sonido compacto en las cuerdas graves.
No obstante, en el Concierto para clave núm. 1 en re menor, BWV1052 se tendió a la rigurosidad. El papel solista ofreció gran control sobre los pasajes y el contrapunto, y el conjunto orquestal se volcó en la diferenciación de cada voz instrumental en las preguntas y respuestas entre orquesta y piano. Si bien, hay que destacar que en las partes solistas, la pianista conectó especialmente fraseos lentos y gustosos acentos. Por otra parte el uso del pedal del piano contribuyó positivamente a generar un colchón sonoro diferenciador frente a la masa potente de las cuerdas.
Resultó ser una notable visión en matices y en relaciones orgánicas entre texturas. Así, conllevó unas dilatadas ovaciones por parte del público cacereño, que fueron agradecidas por la canadiense con dos pequeñas piezas más. En las cuales daba, nuevamente, muestra de la enorme facilidad para trasmitir dinamismo a la expresividad.