Pablo González (Oviedo, 1975) es un director entusiasta y minucioso y posee una gran capacidad para conectar tanto con las orquestas como con el público. Mantiene compromisos con orquestas españolas y europeas y ha hecho algunas incursiones en la dirección operística. Apasionado del teatro y formado en teatro amateur, explota su faceta dramática siempre que puede preparando una historia para contarle al público antes del concierto.

Lo mucho que le gusta contar historias lo disfrutaron especialmente los abonados y público de la Orquesta y Coro de RTVE durante la titularidad de González de 2019 a 2023. “El tema de hablar al público me encanta… disfruto enormemente, además es un lugar en el que me siento muy cómodo, dirigirme al público y poder ponerles en contexto creo que enriquece mucho la experiencia del que escucha, porque mucha gente ya sabe, pero para otros es un descubrimiento. Me gusta investigar y preparar una historia y … que sea algo especial, dejo unas perlas que el público va a ir encontrando después en la música". El periodo al frente de la Orquesta y Coro de RTVE, con sede en el Teatro Monumental de Madrid, fue muy positivo para la orquesta, ganó confianza y solidez como conjunto. González diseñó un proyecto artístico equilibrado en el que tuvo en cuenta tanto al público de la orquesta como las capacidades de la misma. “Los cuatro años en Madrid es el recuerdo más feliz que he tenido hasta ahora, la sensación de equipo, de familia, la confianza que se generó entre la orquesta y yo, y lo bonito de ver cómo lo humano y lo artístico está inexplicablemente unido; eso también repercutió en la calidad de los conciertos y, sobre todo, en la capacidad para transmitir al público el amor por la música … creo que estábamos muy en sintonía y fue algo muy hermoso”.
Tras terminar su formación en España se marchó a estudiar dirección a la Guildhall School of Music and Drama de Londres. A los pocos días de terminar los estudios, pasó a ocupar el puesto de director asistente de la Bournemouth Symphony Orchestra y de la Bournemouth Sinfonietta (disuelta en 1999). Fue, sin duda, una oportunidad muy valiosa, “empecé a trabajar con ellos cuando tenía 23 años, dirigí 60 conciertos en dos temporadas, ¡fue tremendo!”. Su periodo en Reino Unido fue importante para su desarrollo e identidad como director. “De la manera de hacer música en Inglaterra aprendí mucho el tema de la gestión de tiempo de ensayo, allí los tiempos de ensayo son mucho más breves que en el resto de Europa … y la manera de trabajar es más dinámica”; para un director joven esto una muy buena práctica, ya que es importante priorizar qué aspectos de las obras del programa se van a ensayar, cuáles se pueden indicar durante el concierto y cuáles verdaderamente hay que trabajar. Me cuenta divertido la anécdota de como una vez en Bournemouth, en sustitución del titular, tuvo que preparar un concierto de tres obras en dos horas de ensayo y el concertino señalándole el reloj porque se acababa el tiempo.
El proceso que sigue a la hora de preparar los conciertos ha evolucionado con la experiencia. “Un director muy joven se aferra a ‘su’ versión”, y la obsesión de González era llegar al compositor, estudiaba la partitura paso a paso y se presentaba con una idea muy definida frente a la orquesta, "pero ahora lo más importante es el grupo, esa vivencia en conjunto”. Con el paso de los años ya se plantea el proceso de otro modo, “es más el construir un mundo sonoro en tu interior y tenerlo lo más claro posible, pero la parte más bella es cuando llegas a la orquesta, y vas derrumbando parte de tus esquemas y reconstruyendo en tiempo real. Y a veces lo comparto con la orquesta, de pronto un solista hace algo muy inspirado, ‘¡qué bonito eso que acaba de hacer, yo tenía una idea, pero usted me acaba de sacar de mi plano y me acaba de ofrecer algo hermoso”. De todos modos, no todo el repertorio se trabaja igual, con una obra como “Sheherazade, tienes mucho margen para jugar, pero en una sinfonía de Brahms, si cambias un detalle o la manera de hacer algo se altera todo el edificio sonoro”.
González habla con vehemencia y entusiasmo tanto de la música como de su forma de relacionarse con los músicos, y utiliza las manos para expresarse casi como si estuviera dirigiéndose a ellos. Me comenta, además, que tiene una facilidad especial para motivar y "encender" al conjunto, y que la mecánica de trabajo se resuelve de manera más dinámica cuando se conoce a los instrumentistas, porque puedes ver si alguien “está mejor con más espacio, y en qué momento, al revés, debes quizá liderar un poco más porque a esa persona le puede venir bien un poco más de apoyo”.
Una orquesta con la que conecta muy bien es la Dresdner Philharmonie, con la que está de gira esta semana por España (un proyecto de Ibermúsica que se canceló en 2021 y han recuperado ahora. “Tienen un sonido rico, parece que es un sonido con historia… es una orquesta de una calidad tremenda”. En programa llevan Vida de héroe, de Strauss, el Adagio de la Sinfonía núm. 10, de Mahler y los conciertos para piano número 25, de Mozart y número 3, de Beethoven. No le gusta mucho utilizar la palabra “historicista” ahora que la barrera entre instrumentos modernos y antiguos se ha roto, y las orquestas se aproximan al repertorio clásico con más atención al contexto compositivo. En concreto, la Dresden Philharmonie “tiene un gusto exquisito a la hora de tocar ese repertorio”. En el ensayo empezaron, cuenta González, con Vida de héroe, una obra que por lo visto han tocado mucho y tienen muy interiorizada “y he escuchado un sonido, precisamente, Vida de héroe comenzando con un sonido noble y majestuoso”, cuando esta obra lo que narra es cómo alguien se convierte en héroe, “… tenemos que empezar con otro sonido”. Por su parte, el Adagio, de Mahler en concreto, los músicos que hay ahora no lo han tocado en esta orquesta. González destaca la importancia de resaltar el contraste en esta obra, llevar al extremo tanto la belleza del tema principal como el scherzando de la parte central “donde Mahler utiliza ese sarcasmo…” y hay que conseguir “ese sonido desagradable, incisivo, … hay que tocar de una manera que sea incómoda para el publico”. Para González, si no se consigue agitar al público, no se hace justicia a la música de Mahler, quien era un ser “incómodo, con esa zozobra interna”. Al recuperar el tema principal “vuelve esa belleza y ese amor por la vida”.
Sus programas están dominados por obras del Romanticismo y del siglo XX y, en concreto, por compositores rusos, cuya música “está muy basada en ese mundo interno y emociones enfrentadas, y esa lucha por poder expresar algo que a veces que es inexpresable y que solo sale en forma de musica”. Y tal y como hemos visto, “Mahler es un mundo en el que me siento muy identificado y muy cercano”, eso sí, trabajar e interpretar su música es un reto, “cuando dirigo Mahler, el proceso emocional para mi es muy intenso, quizá por esa identificación, … yo pago un precio alto cuando hago Mahler a nivel emocional y energético”, pero confiesa que, definitivamente, “donde hay esa emocionalidad estoy muy en casa”. Busca también el equilibrio en la forma de la obra de Mozart, o en Prokofiev, “me gusta especialmente el Prokofiev que tiene una raíz escénica”.
Terminamos la conversación con un pequeño secreto: “en mi médula, yo soy un director de ópera, es la parte teatral que tengo, y donde estoy en mi salsa al cien por cien es en la ópera”. Si bien es cierto que en la actualidad, tratando de conciliar vida profesional y familiar no querría embarcarse en proyectos operáticos, y se reafirma en que está muy feliz con su actual carrera de director sinfónico, le encantaría que en el futuro le invitaran más para dirigir ópera.