El humor y la ironía proyectados desde el lenguaje musical hace muy ameno inundarse en la dependencia hacia pequeños elementos cotidianos y sus problemas de comunicación. Esta fue la tónica y apuesta de la OEX al presentar por primera vez óperas cómicas, como El teléfono de Menotti y El secreto de Susana de Wolf-Ferrari, fue una idea acertadísima.

Sin elementos coreográficos, escenográficos y con los objetos estrictamente necesarios, se podía apreciar mejor los detalles musicales e interpretativos del pequeño mundo de cada pareja. Así, los perturbadores smartphones paseándose, desde el primer instante, en las manos de los protagonistas de El teléfono de Menotti, fue un inteligente acierto y, al mismo tiempo, situaba la trama en la actualidad. La obertura instrumental sonó contenida y correcta, para ir progresivamente alimentando la divertida complicidad musical entre los intérpretes vocales. Por su parte, Raquel Lojendio, como Lucy, solventó con una grandiosa habilidad las zonas de paso y apoyo, para trasmitir desenfadadamente las preocupaciones de cada llamada telefónica.

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Andrés Salado al frente de la Orquesta de Extremadura en Badajoz
© Orquesta de Extremadura

Destacó un dinamismo continuo y fluido en los dúos y discusiones de Ben, a cargo de Javier Franco, y Lucy, a través de un exquisito equilibrio y control del fraseo con los crescendo y decrescendo. Aunque en ciertos momentos, descompensadas dinámicas fuertes no permitían apreciar claramente la voz del barítono. El dramatismo crecía pícaramente al hacer participar momentáneamente al director, ayudando a marcar las cifras del número de teléfono y dilatando el tempo de las secciones de los vientos y pizzicato de las cuerdas, conllevando el desespero de Ben ante el desmesurado uso del teléfono. Incluso en esas largas esperas, Ben consultaba su teléfono subrayando la ceguedad ante las adicciones. Los sutiles apoyos orquestales para contrarrestar cada momento emocional, desde la propuesta de Salado con las marcadas entradas y sin uniones bruscas en el conjunto, obtenían colores brillantes para cada sección tímbrica. Para aliviar la intensidad mantenida, el dúo final convertido en un amor a tres, fue un punto cumbre, divertido y cantábile, ante la pasmosa naturalidad con que flexionaban espaciadamente las melodías de ida y vuelta. El apego a las nuevas tecnologías se remató actoralmente por parte de Lojendio, inmortalizando la velada con un selfie con el público del Palacio de Congresos de Cáceres en medio de los agradecimientos, parodiando el olvidarse de disfrutar del momento y ocupándose solo capturarlo con las pantallas.

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Raquel Lojendio y Javier Franco
© Orquesta de Extremadura

La ópera bufa El secreto de Susana, de Wolf-Ferrari, muestra otra faceta de la fragilidad de las relaciones; en este caso expuesta al tratar de esconder un mal hábito. Transportándonos a la época en que fue compuesta, con el vestuario y algún objeto de apoyo. Una obertura pizpireta desde un tempo algo rápido, poniendo en relieve las secciones del tutti y junto a un relajado espacio a los vientos, nos anticipaba el trepidante ritmo desenfadado e inteligente. Increíblemente exquisitos fueron los diálogos descacharrantes, desarrollados con soltura por los intérpretes vocales, y de ricas y complejas líneas melódicas. Las sucesivas escenas se dibujaron con precisión para asaltar cada emoción. Precisamente, las disputas entre los protagonistas eran una fantasía inigualable al estirar el tempo y los silencios, enriquecida con la agudeza tímbrica de Lojendio y Franco en las apoyaturas y algunas excesivas, pero positivas, dinámicas. Se redondeó la presión entre la pareja con el apoyo de la dirección, al elevar la coloratura de los vientos metal y la percusión. Al igual que se podía palpar la incertidumbre de Gil en sus recitativos, no solo por un magnífico aplomo expresivo de cada línea melódica asentados por Javier Franco, sino por la elegancia de los fraseos del piano del personaje de Sante. Dibujar un recorrido dinámico en las repetidas melodías de cada transición instrumental, se convirtió en un aliciente para no frenar la energía risueña de las situaciones. Aunque la soprano canaria desarrollaba versátilmente la pasión escondida de Lucy, los vientos no describieron con suficiente realce el humo de su cigarro. El divertido desenlace en el dúo final fue un verdadero goce por la facilidad trasmitida en las difíciles líneas melódicas, llegando a un sonido uniforme y explosionando en potentes aplausos.

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