El actual director de la Orquesta de Extremadura, Andrés Salado, abordó un programa con compromiso expresivo y técnico en complejas obras del Romanticismo. El Concierto para violín en re mayor, op.77 de Brahms abrió la velada con un enfoque medido en el tempo para apreciar cada variación. Por ello, desde el Allegro non troppo, entre la batuta de Salado y el conjunto extremeño construyeron grandes recorridos dinámicos permitiendo la intervención de cada grupo tímbrico y, junto a las primeras y expresivas incursiones solistas de Javier Comeseña, trazaron los primeros buenos balances en cada cambio de plano sonoro.
Sin embargo, en el Adagio fue donde Comesaña demostró el enorme nivel técnico y expresivo que supone una obra de esta magnitud. La característica lírica de los momentos solistas de este movimiento se expresó con gran dominio en el arco para abarcar cada cambio de registro y subrayar positivamente un fraseo con cuidados tempi. En los diálogos con la orquesta se sumó el uso de apasionados cresccendi y pequeños acentos rítmicos y así se llegó a un proseo con carácter propio. No obstante, en tales diálogos las exageradas dinámicas del tutti difuminaron algunas de las expresivas entonaciones del solista.
En el tercer movimiento, el conjunto orquestal se centró especialmente en trabajar la característica riqueza dinámica. En concreto, en cada cambio de sección tímbrica estaban presentes sutiles acentos rítmicos en los vientos y un gran colchón armónico ejecutado por las cuerdas. Estando ambos sostenidos desde un gustoso tempo algo agitado, se demostró el gran entendimiento entre dirección y orquesta y un equilibrio constante en la aportación de cada grupo instrumental. Sin embargo, el carácter vivaz alcanzado orquestalmente se incrementó hasta finalizar, con el manejo expresivo de vibratos y dobles cuerdas de Comesaña, lo que resultó en un sonido de carácter danzable y arrollador.
La pulsión arrolladora de la Quinta sinfonía de Beethoven dominó la segunda parte. Expandida, aun no en todo momento calibrada, desde el primer movimiento se mostró eficiencia en mantener la energía por medio de sobresalientes dinámicas en cada frase del tutti. Esto dio como resultado un cuidado sonido orquestal, pero sería en el segundo movimiento donde se haría un mayor hincapié en los enfrentamientos de cada sección tímbrica. Por medio de incisivos acentos en los motivos melódicos de cada agrupación, la intervención de cada grupo instrumental resultó cortante, pero muy efectiva para alcanzar grandes contrastes. Precisamente a estos contrastes contribuyeron las sutiles entradas del viento madera aportando un sonido más amable dentro del conjunto total. Pero por momentos, no todas las entradas del viento metal alcanzaban una integración homogénea en el resto de conjunto.
Mas las texturas tejidas entre cuerdas y vientos de los dos últimos movimientos jugaron un papel primordial en la estabilidad de la estructura completa. Se alcanzó en cada pregunta y respuesta el brillo de cada grupo tímbrico con acentos melódicos por parte de todo el conjunto orquestal. Asimismo, el uso de ritardando en cada cierre de sección contribuyó tanto a generar un sonido uniforme como a la exaltación efusiva final.
Así, las visiones de ambas obras fueron proyectas a partir de una energía arrolladora, pero en ciertos momentos, la excesiva efusividad no permitió apreciar las piezas de forma totalmente cohesionadas.