La Joven Orquesta Nacional de España es siempre una garantía de talento joven, pero también de entusiasmo y entrega sin límites y este caso no fue una excepción. La perfecta retroalimentación entre Pablo González y los músicos convirtió la noche, muy especialmente en su segunda parte, en un intenso viaje musical. Les acompañó como solista invitada la gran dama del piano, Elisabeth Leonskaja. No fue una sorpresa, pues, el que a pesar de tratarse de un domingo de calor enfermizo, hubiese una muy buena asistencia de público.
La primera parte permitió disfrutar del Beethoven de Leonskaja. Una artista integral e íntegra, para la que la música no es el fin sino un medio hacia lo sublime. Máxima claridad y definición en las texturas y máximo virtuosismo. El acompañamiento de González fue equilibrado. Por delante quedaba una larga noche; no era cuestión de quemar a los músicos antes de tiempo. Son evidentes los imponderables que para un grupo de jóvenes en formación y que se reúnen desde los puntos más alejados –con notable participación portuguesa, italiana y rumana– representa el enfrentarse a un programa de máxima dificultad, y con la Quinta sinfonía de Mahler llegó la gran afirmación de la JONDE.
No hay muchas oportunidades de escuchar en el Auditorio de Galicia las sinfonías de Mahler tal como fueron concebidas –muchas de ellas se han ofrecido en reducciones orquestales. Fue por tanto un gran aliciente reencontrarnos con la sinfonía, aunque se presentaron dos problemas: un diminuto escenario en el que los músicos están agolpados unos encima de otros y, más allá de la anécdota de los ruidos inoportunos que nacían del escenario debido a golpes y encontronazos, el hecho de que la caja acústica no es la adecuada para que el sonido fluya con la definición que el discurso musical mahleriano necesita; el necesario para que la música nazca de la nada, se expanda, estalle y se disuelva. Todos los efectos espaciales y estereofónicos con los que la precisa orquestación mahleriana juega, se diluyen en este auditorio, rozando en muchos momentos lo cacofónico. Pero a pesar de los pesares fue una Quinta magnífica.