En plena efervescencia revisionista del “marco colonial” desde el ámbito museístico, Les Arts, que también es un museo, como cualquier otra sala de conciertos o teatro de ópera, ha apostado por inaugurar el Festival Ensems y su temporada con The Golden Stool. Una afrópera, según su creador Gorges Ocloo, que denuncia los excesos que cometió el Imperio Británico en Ghana desde una perspectiva múltiple, ya que se puede etiquetar como decolonial, feminista, anticapitalista y, en cierta medida, anticlerical, al clamar en una de sus escenas contra el cristianismo.
La base del relato escrito en inglés, neerlandés y asante twi —en cinco actos y un epílogo— se encuentra en los sucesos acaecidos durante las guerras que acabaron en 1900 con la detención y destierro en las Islas Seychelles de Yaa Asantewaa (ca. 1830-1921), reina y guardiana del Taburete de Oro, emblema del poder en el reino Ashanti. En escena, la soprano Nobulumko Mngxekeza encarna a la reina, la mezzo Nonkululeko Nkwinti simboliza el Imperio y una máquina electrónica parecía ser el trono áureo, que según se cuenta estaba adornado con campanas y sonajas. Digo parecía, porque siendo el elemento que da título al espectáculo debería de haber tenido una presencia más evidente. Situado al fondo del escenario, como apartado, era delatado solamente por los destellos lumínicos que emitía de vez en cuando.
De este artefacto emanaban, además, multitud de efectos sonoros que unas veces sirvieron de base armónica y otras de soporte rítmico a las evoluciones de siete coristas que cantaron, ulularon, gritaron, danzaron, saltaron, corrieron, percutieron… He aquí una de las diferencias con la ópera convencional: el dinamismo. Además, convirtieron sus cuerpos y las coreografías ejecutadas en la verdadera escenografía de la producción, dada la pobreza del fondo elegido por el propio Ocloo: un telón en el que se proyectaban imágenes de una playa, imitadas en vivo por las coristas, y un árbol poco natural y expresivo. Tampoco encontramos en la función el colorido prometido en la presentación del título. La iluminación resultó bastante oscura, al consonante con unas voces amplificadas y poco matizadas, más próximas al soul y al pop que al bel canto, aunque bien cuidadas y con técnica suficiente. La amplificación también sirvió para que la electrónica en vivo entrara en acción modificando pisadas y golpes. De hecho, uno de los efectos más interesantes fueron las texturas vocales y la espacialización del sonido que se produjo al principio de la obra.