Cuando Javier Camarena bisó en abril de 2014 su aria de La Cenerentola de Rossini en el Metropolitan de Nueva York, sustituyendo además a Juan Diego Flórez, su nombre saltó a primera plana internacional como nunca antes, aunque este tenor de Xalapa (México) llevaba ya unos diez años haciendo muy bien su trabajo, poco a poco y sin prisas, asentando un repertorio y una técnica que hoy dan sus frutos y le deparan éxitos irrefutables como el que cosechó el pasado domingo en el Palacio Euskalduna de Bilbao. La ABAO se apuntaba sin duda un tanto al programar el primer recital en solitario de Camarena en España, en una cita no prevista al inicio de la temporada y retomando así la tradición de su concierto anual al margen de las representaciones de ópera propiamente dichas.
La voz de Camarena, de tenor lírico-lígero, es espléndida, luminosa y carismática, en manos de un intérprete entregado, que frasea con una poseía y una intensidad indudables. Es un artista entregado, que hábilmente reviste de espontaneidad y naturalidad un trabajo meditado y detallista. Así lo confirmó con las dos arias de personajes no presentes aún en su repertorio que incorporaba en esta ocasión, el "Ah, lève ti soleil!" de Romeo y Julieta de Gounod y el "Ella mi fu rapita... Parmi veder le lagrime" del Duca de Rigoletto, incluyendo además la ulterior cabaletta "Possente amor mi chiama". En el primer caso mostró una irreprochable dicción francesa y un romanticismo nato, y en el segundo dejó claro que, aunque a la voz le falta aún un centro más nutrido y corpóreo, en su garganta aguarda un Duca de muchos quilates.
De bellísima factura fue asimismo la resolución del aria de Nadir en Los pescadores de perlas, en la que tantos naufragan, delineando Camarena la página con una media voz impecable, apianando las subidas al agudo y redondeando el cierre en un bellísimo diminuendo. Como era de esperar, fue de auténtico manual la resolución de las dos escenas netamente belcantistas que cerraban la primera parte y que le han deparado ya tantos aplausos. Nos referimos a la escena de Tonio en La hija del regimiento de Donizetti, con los consabidos nueve do de pecho, y la escena de Ramiro en La Cenerentola de Rossini, título que tiene previsto interpretar en Bilbao en la temporada 2016/2017. La plenitud del agudo es descollante. La voz en ese tercio superior se muestra más timbrada y fácil, con un pasaje sólidamente resuelto. El enorme Euskalduna, cosa nada fácil, se llenaba sin problemas con el agudo timbradísimo y brillante de Camarena en estas páginas. La segunda parte del concierto concluía con tres fragmentos de zarzuela, en concreto el "Te quiero morena" de El trust de los tenorios de Serrano, el "No puede ser" de La tabernera del puerto de Sorozábal y el "No extraéis no que se escapen" de La bruja de Chapí. Camarena se mostró diestro con la particular medida y entonación que requiere la jota y se entregó con pasión auténtica en la vívida página de Sorozábal.
En esta ocasión no acompañaba a Camarena ninguna de las habituales formaciones que ocupan el foso del Euskalduna en la temporada de ABAO sino la Orquesta Sinfónica Verum, bajo la batuta del joven director mexicano Iván López Reynoso, nacido en 1990. Juntos cuajaron un trabajo entusiasta, a la altura de la noche, con un sonido digno y voluntarioso. López Reynoso dejó muestras de un talento por curtir, pero con muchas posibilidades. La formación presenta algunas limitaciones esporádicas en algunas secciones que no fueron obstáculo para que su trabajo de acompañamiento tuviera el nivel esperado. También el coro de treinta voces masculinas de Ópera de Bilbao cumplió sobradamente con su cometido en varios de los fragmentos del programa.
Las propinas dejaron un regusto más agridulce a algunos espectadores, con esa desigual mezcla de canciones ligeras latinas tras el Danzón núm. 2 de Arturo Márquez, diestramente interpretado por la orquesta, a las órdenes de López Reynoso. En todo caso, como propinas que son, cada intérprete es muy libre de llevar su generosidad por los derroteros que mejor estime. La noche se cerró con una ovación unánime al tenor, coreado para que abundase en más propinas, a lo que respondió con suma franqueza que estaría encantado, pero que no le quedaba voz para más. Hace bien en dosificarse. Por delante, amén de una gran carrera por venir, le esperan importantes debuts como el Arturo de I puritani (Teatro Real, 2016), el Duca de Rigoletto (Liceo, temporada 2016/2017) o el Edgardo de Lucia di Lammermoor (Teatro Real, temporada 2016/2017). En suma, pues, no cabe duda de que Camarena es un tenor que ha llegado para quedarse.