Más de 400 años separan el arranque de las obras del Palacio de Carlos V –nuestro auditorio de esta soirée en la Alhambra– con su finalización. La corte castellana, que hasta la llegada del Káiser había sido itinerante, habiendo terminado la misión divina de unir toda España bajo el trono de un único monarca cristiano, no requería que sus gobernantes se establecieran en la punta de lanza del avance cristiano y decidió replegarse al interior, haciendo de Madrid la villa y corte, en detrimento de Andalucía. Siglos después, el romanticismo llegó a España, como todo, más tarde que a Europa. Pero al final, en los montes donde alemanes y franceses encontraban monasterios benedictinos en ruinas, nosotros nos reencontramos con la Alhambra. En el país vecino comenzaba a aflorar un renovado interés por lo oriental y, puesto que Granada les quedaba más cerca que Estambul o Bagdad, esta ciudad se convirtió en objeto de culto para los intelectuales como Debussy.

Es curioso estar dentro del Palacio de Carlos V y pensar que las piezas que vamos a escuchar se compusieron cuando el edificio que nos acoge estaba aún reducido a una carcasa sin techo. Debussy no lo vería finalizado, ni la Alhambra restaurada a su antiguo esplendor, pero sí tuvo el honor de ser uno de los que nos enseñó a amar este monumento que hoy en día es una de las joyas de nuestro país. Sus Estampes y sus Préludes son postales musicales en las que el francés realiza una auténtica decantación de los sonidos de la Alhambra. Lo real y lo imaginario, el pasado y su presente, se mezclan en pequeños episodios musicales que se imbrican en el ambiente que flota en la noche de lo alto del cerro de la Sabika. Javier Perianes hizo un uso del pedal excelente, logrando establecer una preciosa diferenciación entre fondo y melodía en La soirée dans Grenade. La puerta del Vino comienza con un aire marcial que recuerda a la guardia morisca y nos traslada a un presente andaluz con rubatos elegantes y melodías cantábiles.
En La sérénade interrompue y en El Albaicín de Albéniz cobra protagonismo la articulación. En la primera escuchamos la repetición rápida de una misma nota que evoca el trémolo de la guitarra. A la articulación propia de este instrumento de rasgueo, le suma también Albéniz el cante. Quizás el origen de Perianes jugó a su favor, pero el pianista supo dar a estar partes la profundidad y el sentimiento exactos. La primera parte del recital se completa con dos obras del granadino de adopción más ilustre: Manuel de Falla. En Le tombeau de Claude Debussy escuchamos una hermosa reelaboración de algunos de los temas de La soirée dans Grenade y La puerta del Vino trasladados al lenguaje de la guitarra, instrumento para el cual se compuso originalmente esta pieza. Perianes hizo una interpretación un tanto plana de esta obra, pero la compensó con una vibrante Fantasía baetica repleta de contrastes en el carácter, con una articulación muy marcada que el pianista supo adaptar a las demandas de cada fraseo.
La segunda parte de la velada se compuso íntegramente de las Goyescas de Enrique Granados, una obra que, al igual que hizo Debussy con la Alhambra, fue popularizada por la pianista Alicia de Larrocha y por el centenario de su nacimiento se la honra en este concierto. Comenzó Perianes con unos Requiebros muy diferentes a los que escuchamos el pasado 20 de abril en el Auditorio Nacional de Madrid. Quizás inspirado por el ambiente de la Alhambra, Perianes se decantó por hacer unos rubatos sensuales y arriesgados. Resaltó las distintas apariciones del tema de la tirana con un carácter muy vocal. Comparada con su interpretación anterior, la versión que nos regaló esta noche fue mucho más viva, enérgica y emocional. El resto de movimientos estuvieron dominados por el contraste y el gran abanico de matices que el onubense siempre es capaz de mostrar al piano. Especialmente destacable en este aspecto fueron las diferencias entre el carácter recogido del amor y la solemnidad de la muerte en el quinto movimiento.
Los aplausos del público fueron respondidos por el pianista con dos propinas, ambas de Manuel de Falla: nna Serenata andaluza muy interesante, con más peso en el grave que otras versiones, y la Danza del fuego de El amor brujo. Un final ideal para una mirada interior a la Alhambra desde la música de aquellos que la amaron con toda su alma.
El alojamiento en Granada para David Santana ha sido facilitado por el Festival de Granada.