El compositor norteamericano John Adams cumple 70 este mes de febrero y, tanto teatros de ópera como salas de conciertos de todo el país (y de todo el mundo) lo celebrarán programando sus obras, incluyendo su ópera Girls of the Golden West, que se estrena en la Ópera de San Francisco en otoño. He hablado por teléfono con el señor Adams durante uno de los descanso que se toma mientras compone su nueva obra. Parecía exhausto, pero, muy considerado, contestó a mis preguntas amablemente y con todo detalle.
Bien, primero de todo, feliz 70 cumpleaños! Scheherazade.2 es, según las estadísticas de Bachtrack del año 2016, una de las obras de música contemporánea más interpretadas, así que para empezar, me preguntaba si podría hablarnos de la obra, tanto de su contenido musical como del narrativo, que parece engrandecer a la mujer.
Me alegra mucho y me honra el hecho de que se interprete tan a menudo, sobre todo porque dura 50 minutos, lo que suele ser un obstáculo importante en la música clásica. Para la mayoría de la gente en EE. UU., el único conocimiento que tienen es el poema sinfónico de Rimsky-Korsakov, pero por supuesto, es la figura que aparece en las 1001 noches, la gran colección de cuentos árabes. Es un arquetipo y yo trabajo mucho con arquetipos de personas y de sucesos, porque creo que es un forma moderna de mitología. Arquetipos es lo que describiría como como una constelación de características y significados distintos.
Pensé, ¿cómo sería una Scheherazade hoy en día? Una auténtica luchadora, como las que ya hemos visto, a veces con resultados horrendos: una mujer apedreada hasta la muerte o ejecutada o golpeada – pero es algo que hemos visto; lo hemos visto en la Primavera árabe y también en nuestro propio país. Mujeres manifestándose y mujeres tomando el control sobre su propia seguridad en los campus universitarios. No quiero parecer banal, pero es un movimiento que está ocurriendo ahora, así que quería escribir una pieza que fuese por un lado, un gran concierto virtuosístico romántico y por otro, que tuviera, de manera muy particular, una narrativa moderna asociada al mismo.
La escribí para Leila [Josefowicz], a la que conozco desde hace 20 años y que es una persona excepcional. Tuvo una infancia difícil porque, ya sabes, crecer siendo una concertista es como crecer siendo una estrella del tenis. Se está tan inmerso en la rutina diaria de estudiar o practicar, que tiene cierto aspecto opresivo. Ahora se encuentra en ese punto en el que se deja llevar y tiene ese sentido de libertad y de fortaleza. Es muy emocionante escribir algo para alguien y que se convierta en parte de su ADN, por decirlo de alguna manera.
¿Ha sido la única que ha interpretado la obra?
Hasta la fecha ha sido la única, porque es una pieza gigantesca – es como aprender Hamlet. Y nadie se ha puesto con ello aún. Pero sé que en algún momento lo harán, aunque de veras creo que es una pieza que debería ser interpretada solo por una mujer. ¡Espero que no me bombardeen por discriminación positiva por esto!
Este año habrá muchas interpretaciones de sus obras, tanto de las antiguas como de las nuevas, ¿cómo cree que ha evolucionado su lenguaje durante estos años?
Sigo en contacto con todas mis obras porque las dirijo. Me doy cuenta de que mi lenguaje ha evolucionado a lo largo de los años. El minimalismo es un lenguaje musical muy puro y riguroso, tanto como la escultura o la pintura minimalista. Al principio sentía un impulso mucho más fuerte por la sorpresa dramática. Aunque me gustan muchas cosas del minimalismo, sentía que era un poco monocromático emocionalmente. Con mi música quería crear un lenguaje que fuera capaz de ofrecer una vida emocional más fluida... Y a lo largo de los años, he tratado de desarrollar un lenguaje más variado armónicamente.
¿Hay alguna obra suya que le gustaría que se programase más?
Las obras buenas tienden a programarse más, y las que no se interpretan mucho... bueno, esas no son realmente las más interesantes. Me siento muy agraciado porque al menos de entre los compositores vivos mis obras se programan seguramente más que las de ningún otro.
Según las estadísticas de Bachtrack de 2016, usted está en el puesto número 3, y creo que Arvo Pärt en el primero.
Sí, es muy popular.
¿Tiene alguna obra de la que no se sienta muy orgulloso?
¿Mía? Sí, pero no diré cuál.
¿Podría hablarnos sobre su nueva ópera, Girls of the Golden West y cómo ha sido colaborar con Peter Sellars de nuevo?
Siempre trabajo con Peter porque tiene una mente increíblemente teatral, y la mayoría de nuestras colaboraciones se relacionan con asuntos sociales. No me gusta que me tilden de compositor político, pero no me importa que me consideren un artista comprometido.
He vivido en California durante dos tercios de mi vida y tengo una pequeña cabaña en las montañas, donde esta historia tiene lugar. Hay paralelismos entre la Fiebre del oro y el actual Silicon Valley que encuentro muy interesantes. Hay una profunda relación entre el deseo desesperado y frenético por la riqueza que ocurrió aquí, al norte de California en los cincuenta del s. XIX, y lo que está ocurriendo ahora mismo. Ha sido muy interesante estar componiendo esta ópera durante la campaña entre Donald Trump y Hillary Clinton porque he descubierto, leyendo sobre la Fiebre del oro, que había muchísimo racismo y muchos prejuicios en contra de mejicanos, chinos, americanos nativos y gente de raza negra. Tan pronto como la gente se daba cuenta de que no se iban a hacer ricos, que no había tanto oro como les habían hecho creer, culpaban a la gente de color.
Si le pidieran que escribiera una ópera sobre Donald Trump, ¿lo haría?
Como he dicho, me interesan los arquetipos, y para mí, Donald Trump es el arquetipo de un sociópata, una persona que es absolutamente incapaz de empatizar, y además, es también un narcisista. Supongo que podría hacerlo, pero es tan omnipresente que no tiene sentido hacer una obra de arte seria sobre él.
Resulta interesante que no se considere un compositor político cuando obras como The Death of Klinghoffer and Nixon in China han provocado debate político e incluso protestas. ¿Qué cree que hay de político en la música clásica?
No lo sé. Siempre habrá esa aspecto de entretenimiento para la élite, pagar precios de locura para escuchar a Mahler y Beethoven, es como ir al museo y buscar los mismos Rembrandts y Van Goths que has visto antes. En cuanto a si hay una vía para que la música contemporánea se comprometa con aspectos políticos, sociales y psicológicos de nuestras existencia, sí, creo que hay un futuro para eso.
Hace unos años, en una entrevista para el New York Times, se refirió a la música “vacía y superficial” de la generación de compositores más joven. ¿Tiene algún consejo para los compositores de música contemporánea?
No me estaba refiriendo a una generación entera de compositores, estaba hablando solo de algunos compositores jóvenes que creo permanecen indiferentes al legado del pasado, están deslumbrados por la música y la cultura pop, y no se han intersado por las grandes obras del pasado. Debería haber expresado mis pensamientos más elegantemente.
Me encanta la cultura americana, pero me temo que este país a veces, como lo que acabamos de ver que ha pasado con Trump, tiene una vena anti-intelectualismo. Es difícil decir estas cosas sin sonar como un viejo cascarrabias, pero es así como lo veo. Creo que hay disciplinas fundamentales, tales como aprender a escuchar y desarrollar el oído, que son básica como parte de la experiencia de ser un artista.
Puede ver los próximos conciertos de John Adams aquí.

