Hoy les traigo dos formas de ver la zarzuela Tres sombreros de copa de Ricardo Llorca que estrenó en toda Europa el madrileño Teatro de la Zarzuela.
En primer lugar, les propongo extraer los números musicales. Comenzamos con una obertura en la que un acordeón toca una melodía que se convertirá en uno de los leitmotiven de la zarzuela, pues se repetirá en los momentos más melosos de ésta. Una melodía aparentemente simple con gran capacidad de transformación y a la que Aarón Carrión dotó de una ternura que unida al bello timbre del acordeón transportaba al espectador a otra época o quizá a otro mundo alejado de nuestros problemas del día a día. Bajo esta melodía en seguida aparecerá un bajo de chacona que se acabará imponiendo y completando una obertura que acaba con un tutti glorioso acompañado de percusión que termina de introducir al espectador en esta loca ensoñación que supone el denominado “teatro del absurdo”.
No será este uso de la chacona la única referencia a la música antigua, encontrando también una notable influencia de este periodo de la historia de la música en la canción de cuna o "Ninna Nanna" con una escritura polifónica para las tres voces de las bailarinas Paula, Catalina y Valentina que se imbrican de una forma que no resultaría del todo extraña al oído de Dufay o Josquin. Destacó por encima de las de sus compañeras la voz de la soprano Rocío Pérez en el papel protagonista, que demostró una línea vocal bien apoyada que le permitió brillar en los agudos, especialmente en un "Vals de la bailarina" que, si bien puede resultar duro para la voz en ciertos momentos, Pérez supo darle la ligereza suficiente para que funcionase bien. También destacó en este número el Coro del Teatro de la Zarzuela que, dirigido por el maestro Antonio Fauró, supo completar y ensalzar la musicalidad tanto de este número, como de otro muy diferente: la "Tarantella de Madame Olga". Fue uno de los más aplaudidos por el público, y no es de extrañar, pues es el más divertido. La voz de Enrique Viana, que resonó con un bellísimo timbre agudo durante su presentación como Madame Olga, quedó falta de proyección durante la tarantella en la que orquesta y coro se comieron la voz del tenor.
Contrastan estos números con influencia de la música popular y la música antigua con la escena y aria de Don Sacramento, interpretado por el barítono Gerardo Bullón en la que nos encontramos de bruces con la modernidad. Mucho Britten y también Ginastera en un tratamiento más estático de las voces, sustituyendo el énfasis en la melodía por unas texturas para las que fue necesaria una gran coordinación de una Orquesta de la Comunidad de Madrid muy bien conducida por Diego Martín-Etxebarria en la que la percusión tuvo un papel esencial. La escena final sigue en la misma línea, los efectos de los vientos y las armonías modernas se mezclan con las notas del coro nupcial de Lohengrin y el responsorio Libera me, Domine de la Misa de Difuntos en un alarde de genialidad compositiva de Ricardo Llorca, en la que la voz del protagonista, Dionisio, encarnado por Jorge Rodríguez-Norton por fin puede ser mostrado al público, en una breve mirada a las melodías del bel canto, que hasta entonces solo habíamos escuchado a un Emilio Sánchez como Don Rosario muy lírico, pero poco ágil.
En el epílogo en el que Paula coge los tres sombreros de copa y los lanza al aire, volvemos a escuchar el tema del acordeón de la obertura, y con ello empiezo a exponerles la segunda visión sobre esta zarzuela que les prometí al inicio.
Este final define muy bien la zarzuela: lo importante es la actuación de Rocío Pérez que sola ya en el escenario, muestra una vez más sus espléndidas dotes actorales, tan excelentes como las de su compañero Jorge Rodríguez-Norton. Sin embargo, destacan más como actores que como cantantes porque las voces no tienen oportunidad de lucirse, a pesar de que el tiempo se detiene cuantas veces haga falta. Se echan también de menos esas escenas repletas de acción de las zarzuelas de Barbieri o Alonso en las que la trama avanza junto con la música. En ese aspecto, creo que no se alcanza el punto de fusión necesario entre teatro y música para crear la zarzuela y acaba siendo algo más parecido al teatro musical.
Por otro lado, bien es cierto que Llorca crea unos números completamente pertinentes para el género de la zarzuela, repleto de danzas y números cómicos. El trabajo del director de escena, José Luis Arellano, es también excelente. Quizás, si evitamos tratar de averiguar en qué grado es o no una zarzuela, podamos apreciar el talento de dramaturgo, compositor, músicos, directores y actores para crear una obra divertida y fresca que conecta muy bien con el público, ¡que no es poco!