Más de treinta partituras para películas –sin tener en cuenta la ingente producción clásica– hicieron de Erich Wolfgang Korngold uno de los pioneros en la creación de bandas sonoras cinematográficas. Muchos vieron el cambio de dirección profesional (y geográfico) de un compositor con amplia trayectoria como un insulto al arte; de una tradición vienesa tardo-romántica a la producción de composiciones para la industria del cine, Korngold no perdió ni un ápice de calidad y potencial en sus creaciones, por mucho que en su tiempo se lo recriminasen y le hiciesen de menos por ello. Y hoy en día, conciertos honoríficos a su trabajo que forman parte del recorrido histórico de la música, abalan su reconocimiento y trayectoria. Actualmente, el debate de si la música cinematográfica debería ser tratada bajo los mismos parámetros valorativos que la clásica, sigue abierto. Aunque con menos reticencia, la línea que separa estos dos mundos sigue existiendo, dejando de lado pues, resultados creativos de primer orden musical que al no pertenecer al mundo clásico suelen relegarse a una categoría inferior. Nada más lejos de la realidad, y nada como ejemplificarlo volviendo a los orígenes: mostrar cómo la partitura de una película sobrepasa su narratividad como personaje mismo en la gran pantalla para competir con una suite, un poema sinfónico o un concierto para violín.

Orquestra Simfònica del Vallés con Andrés Salado en la dirección © Lorenzo Duaso | OSV
Orquestra Simfònica del Vallés con Andrés Salado en la dirección
© Lorenzo Duaso | OSV

La obertura de Kings Row ejemplifica la complejidad melódica y armónica que albergan las partituras de la mano de Korngold; un pequeño extracto en el que resume la dirección de Andrés Salado, con riqueza y emotividad, el apreciable tratamiento de unas líneas que juguetean con las progresiones de acordes. Las atmósferas creadas a partir del dramatismo narrativo enfatiza la fanfarria metalizada de la pieza, en el que toda la orquestación supo ilustrar con plenitud. Con el Concierto para violín, una obra tardía con origen en esa tradición oriunda del compositor, da el paso del despliegue pleno de la Orquestra Simfònica del Vallès con Heidi Hatch como solista al violín. En este ejercicio se desplegó toda la expresividad romántica de la escritura del autor, en la que el tecnicismo del conjunto fue abordado bajo la premisa del enriquecimiento de un sinfonismo de virtud y rigor. Desatada en tres movimientos (de los cuáles contienen material protagonista de las películas Another Down, Juárez y Anthony Adverse), Hatch llevó a cabo un ejercicio solista en la sección alta del instrumento, acompañado del cromatismo y los tintes orquestales. Una exhibición comandada por el lirismo y el entusiasmo, subrayado por los recursos del violín protagonista en staccato, uso de dobles cuerdas y agilidad en la interpretación de los diversos registros que le hicieron merecedora de ovaciones.

Loading image...
La violinista Heidi Hatch en el Palau de la Música con la Orquestra Simfònica del Vallés
© Lorenzo Duaso | OSV

La obertura The Sea Hawk es el paradigma hollywoodiense del estilo típico de la primera época de las BSO; en ella, Salado y la orquestación recrean esta forma de suite sinfónica en la que los temas heroicos y marciales son los leitmotivs principales, con las secciones de metales, percusión y cuerdas moderadas al frente. La variedad de pasajes melódicos suaves contrarrestaron el estallido triunfal de la primera parte, aportando posteriormente una línea expandida y colorida a los cromatismos temáticos.

Frente al añadido de obras de compositores contemporáneos que siguieron la estela de la música cinematográfica como guinda final del concierto conmemorativo a la obra de Korngold, la lectura final ratifica el impacto de las bandas sonoras como resultados dignos e íntegros, sin ser simples supeditaciones de otro arte, sino que su integridad y validez son representadas por su propio éxito en su musicalidad y capacidad emotiva.

****1