No cabe duda de que necesario contar con talentos nuevos que aporten frescura y desparpajo a una escena musical contemporánea que habitualmente es zarandeada por la crítica y el público. Hoy hemos descubierto –dado que se estrenaba en España– la inspirada obra O flower of Fire, de la compositora Hannah Kendall, en cierto modo influenciada por la obra de Martin Carter, un poeta guyanés con cuya obra afirma sentir la compositora una conexión especial. Se trata de una pieza que aborda el tema de la fe y de la adoración y que, por tanto, viene revestida de emociones extremas y singulares.

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Sir Antonio Pappano al frente de la London Symphony Orchestra
© Rafa Martín | Ibermúsica

Nos ha permitido la audición de esta partitura descubrir nuevas sonoridades con las que en general no existe una gran vinculación. Así, junto a las percusiones habituales, por cierto, tratadas sin ánimo desbordante, propone la autora diversos pasajes con armónicas, cajas de música y arpas preparadas. Todas estas variaciones sonoras, junto a un discurso de extremos bien equilibrados y una habilidad rítmica muy ingeniosa derivaron en la certeza de que nos encontramos ante una compositora interesante, brillante y a la que merece la pena seguir de cerca.

Y eso que no lo tuvo fácil, dadas las compañías. El programa abordado por la London Symphony Orchestra incluía el Zaratustra de Strauss y la Totentanz de Liszt, y esta venía con la presencia al piano de Alice Sara Ott, que estuvo en esta ocasión insuperable. Poco se puede decir de la gran obra de arte que supone la partitura de Strauss, que no se haya dicho ya mil veces, pero conviene afirmar que en esta ocasión le ganaron la partida las obras precedentes. No es que le faltara ni convicción ni maestría a la interpretación del poema sinfónico, es más, la LSO se mostró notablemente hábil con las tensiones dinámicas y los cambios de carácter, pero no pudo convertir la divagación estructural en un discurso musical independiente del asunto filosófico que comunicara realmente por sí mismo.

La London Symphony Orchestra en el Auditorio Nacional © Rafa Martín | Ibermúsica
La London Symphony Orchestra en el Auditorio Nacional
© Rafa Martín | Ibermúsica

También tiene un programa la electrizante Tontentanz de Liszt, ya saben, el equivalente alemán de la Danza de la Muerte española. “A la danza mortal venid los nacidos, que en el mundo sois de cualquier estado”, y de ahí que se presenten ante la muerte los más variopintos personajes. Lo perfiló Franz Liszt mejor que cualquier grabador a través de una serie de variaciones sobre la secuencia medieval del Dies irae. Y sin duda él mismo se habría retirado ante una pianista de la talla de Alice Sara Ott, que acometió las variaciones con un aplomo, una certeza y una personalidad insuperable, ofreciendo una demostración de musicalidad individual y de comunicación con la orquesta que no dejó de dar sus frutos en ningún momento. Incontestable desde la primera página (una página cuya dificultad, para comenzar una obra, atormentaría a cualquier pianista) hasta los últimos compases, resultó particularmente brillante en los pasajes delicadamente fugados que parecen un tímido preámbulo a la vertiginosa y endemoniada cadenza.

Sin duda, una experiencia única asistir a un concierto de esta magnífica pianista que, además, tuvo el detalle de ofrecernos unas palabras en un inglés cálido y adecuado, previas a su inolvidable interpretación de la segunda Romanza de Schumann, que ahí nos dejó para calmar la inquietud propia de los tiempos actuales.

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