Cuentan los biógrafos de Franz Joseph Haydn que el Príncipe Nikolaus Esterházy tenía un apetito voraz por la música de cámara, de ahí que el primero llegara a completar un catálogo tan amplio. El Príncipe, además, era intérprete y para colmar su afición adquirió, hacia 1765, un baritón que a veces tañía a solas y otras en compañía. El propio Haydn tocaba con él la viola y músicos como Andreas Lidl, el chelo. Para este conjunto, el compositor y alguno de sus discípulos compusieron casi dos centenares de piezas y también solos, dúos, quintetos, octetos, conciertos y una cantata con baritón obligato. Del repertorio para trío, el Valencia Baryton Project (VBP) seleccionó, por orden de interpretación, las partituras Hob. XI, números 71, 113, 6 y 67, pero antes de comentar el resultado creo que es necesario explicar brevemente qué es este inusual instrumento.

Alex Friedhoff (chelo), Matthew Baker (baritón) y Estevan de Almeida Reis (viola). © Alex Baker
Alex Friedhoff (chelo), Matthew Baker (baritón) y Estevan de Almeida Reis (viola).
© Alex Baker

Según explicó Matthew Baker, líder del conjunto, en el mundo sólo existen cinco o seis instrumentistas especializados en baritón. De ahí su empeño en recuperar y ampliar su repertorio. Ante el asombrado público que llenó la sala de conciertos de la Fundación Cañada Blanch de València, añadió que se trata de un instrumento emparentado con la viola de gamba. A veces, se denomina viola di bordone, ya que esta es una de sus funciones: hacer sonar el bordón o bajo armónico sobre el que el resto de los instrumentos y el mismo baritón ejecutan la melodía y el contrapunto. Al ser un instrumento híbrido, tiene la capacidad de entonar melodías con las cuerdas colocadas en la parte delantera del mástil y ejecutar dicho bordón con las diez cuerdas, en este caso, traseras. El instrumentista pellizca la cuerda correspondiente con el pulgar de la mano izquierda y el resto suena por simpatía, produciendo un timbre metálico similar al de la tiorba barroca. He ahí su encanto, que, va acompañado por la belleza de la factura del instrumento.

Y, como no podía ser de otra manera, esa hibridación se refleja en el estilo de las piezas interpretadas. Las cuatro son creaciones plenamente clásicas, pero el uso del baritón como bajo acerca algunos pasajes a la música de etapas anteriores. Otra característica común a todas ellas es que su timbre enriquece y empasta a la perfección con el de la viola, a cargo de Estevan de Almeida Reis, y con el del chelo, en manos de Alex Friedhoff. Los cuatro tríos están estructurados en tres movimientos, variando la alternancia de velocidad en rápido-lento rápido o lento-rápido-rápido. Así, destacaría la claridad de las versiones de los primeros movimientos en forma de sonata (números 71 y 64) y la expresividad del baritón en el Adagio del Trío en la mayor, Hob.XI:6. Un tema con variaciones aproximado al estilo que podemos reconocer en Boccherini, coetáneo de Haydn. En el Presto, tercer movimiento de este mismo trío, el VBP hizo gala, además, de gran precisión y compenetración rítmica. También sonaron cuatro Minuetos con el adecuado porte de la danza primigenia. El grave y sombrío Adagio del Trío en re mayor Hob.XI:113 aportó cierto aroma a Sturm und Drang y, en la fuga del Trío en la mayor Hob.XI:71, los músicos demostraron su compenetración.

Como complemento de estos cuatro tríos, el VBP exhibió la parte más actual de su repertorio. El primer interludio y el bis estuvieron integrados por el Preludio núm. 1 y el Dragonslayer’s Lament, de John Pickup, un joven compositor y arreglista de música para videojuegos inglés. El segundo intermedio correspondió a Berceuse rouge, de José Zárate. Estas tres piezas comparten una escritura basada en un material bastante escueto y cierta superficialidad en su carácter evocador. La de Zárate, además, reelabora una melodía de raigambre popular y exige que el trío instrumental estire al máximo el pianísimo en unas líneas muy prolongadas.

Por terminar con un escueto resumen, la interpretación del Valencia Baryton Project fue deliciosa. Y su aportación, en el ámbito del historicismo, tan interesante como sorprendente para gran parte del público concitado. Es un conjunto al que no hay que perderle la pista.

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