La temporada lírica coruñesa llegó a su punto final rodeada de la polémica, tras una semana complicada, marcada por las diferencias entre la soprano Ewa Płonka y el director inicialmente previsto para el evento, Gianluca Martinenghi. Estas tensiones culminaron en la necesidad de encontrar un sustituto a última hora. Fernando Briones, director de la Orquesta y Coro Gaos y colaborador habitual de la temporada lírica, asumió la ardua tarea sin que pudiera disponer de un número mínimo de ensayos. Un desafío adicional para todos los implicados que generó gran expectación y buenas dosis de polémica. El talento vocal de Ewa Płonka, la profesionalidad y versatilidad de la Sinfónica de Galicia y por supuesto la grandeza de la música de Puccini, en lo que constituyó un enésimo homenaje al centenario de su muerte, lograron salvar una velada que, para aquellos que dejaron a un lado los prejuicios, resultó cuanto menos agradable.

La soprano Ewa Płonka © Alfonso Rego | Temporada Lírica de La Coruña
La soprano Ewa Płonka
© Alfonso Rego | Temporada Lírica de La Coruña

El programa se centró en una selección de arias para soprano de Puccini, entreverada con interludios orquestales. Inevitablemente, el carácter trágico que domina a todas las heroínas puccinianas, desde Floria Tosca, Suor Angelica, hasta Mimì o Manon Lescaut, descontextualizado de la escena, imprimió una cierta monotonía a la velada. La inclusión de una voz masculina habría enriquecido el recital, ofreciendo contrastes vocales que hubieran aliviado una languidez que se vio agravada por interludios, uniformemente dramáticos, que no lograron dinamizar el programa. Únicamente el dinámico y envolvente entreacto de Le Villi, La Tregenda, fue una excepción a lo largo de toda la noche. Briones y la Orquesta Sinfónica de Galicia capturaron la energía desenfrenada y casi sobrenatural de las figuras espectrales que protagonizan la pieza, imprimiendo un ritmo rápido, sutiles cambios dinámicos y maximizando el carácter narrativo de la pieza.

Ewa Płonka posee un instrumento con atractivos indiscutibles, como es una textura vocal que irradia calidez y suavidad y una emisión de sonido muy consistente, siempre pura y controlada que permite que su canto fluya libremente y sin restricciones, siempre lírico. Sin embargo, su registro agudo careció de la profundidad sonora y del carisma necesarios para envolver y transportar a la audiencia en los momentos decisivos de cada aria. Fue una constante toda la noche, especialmente palpable en el "Un bel dì vedremo" en el que no consiguió desplegar los agudos potentes y dramáticos que deberían haber resonado e impactado a través de toda la sala del Teatro Colón. Entre las siete arias interpretadas, un ensoñador "O mio babbino caro" y un vehemente “Vissi d’arte” fueron el punto fuerte de la noche. En ellas Płonka no solo evidenció un control vocal excepcional, sino también una profunda interpretación del carácter y la narrativa de las obras. Menos éxitosa fue su Museta, con un "Quando me’n vo", cuya interpretación fue lastrada por una falta de control en las gradaciones dinámicas y un timbre inconsistente, que no logró capturar la coquetería y el encanto inherentes a la pieza, a lo que se unió una pobre conexión entre la soprano y la orquesta, resultando en una falta de cohesión emocional.

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Ewa Płonka, Fernando Briones y la Orquesta Sinfónica de Galicia
© Alfonso Rego | Temporada Lírica de La Coruña

Las arias más dramáticas como “Senza mamma” y “Sola, perduta, abbandonata” requerirían un timbre más amplio y una mayor entrega dramática. Si su interpretación hubiera incorporado un patetismo más visceral o auténtico, sin duda se habría roto el hielo de lo que fue una fría velada pucciniana. Una mayor visceralidad habría resonado a la perfección con el legado de Puccini, cuya música, siempre impregnada de una intensidad apasionada, demanda una entrega sin reservas.

La dirección de Fernando Briones, dadas las circunstancias citadas, no merece una crítica severa. Fue evidente que asumió el podio con la partitura como única guía, ofreciendo una interpretación correcta pero carente de imaginación y empatía con la orquesta. Un trabajo técnico solvente, pero lejos del potencial artístico que tanto la obra como el director pueden ofrecer.

En definitiva, una velada que, aunque estimable para el público en general, quedó ensombrecida por las circunstancias y condicionantes que la rodearon, dejando un regusto amargo. Una conclusión agridulce para una temporada lírica que, bajo otras condiciones, podría haber tenido un desenlace mucho más brillante.

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