La Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida por Dima Slobodeniuk, cerró brillantemente el Festival de Música Ciudad de Lugo, deleitándonos con una velada musical emocionante y estimulante. La pasión y el vigor con el que la orquesta interpretó cada obra, no solo demostró la excelencia de su nivel, sino también su gran compromiso con el arte, atrapando por completo a los espectadores que llenaban hasta el último asiento del majestuoso salón del Círculo de las Artes.

A priori, el programa parecía convencional, no obstante, la familiaridad de Schubert y Mozart, lejos de generar una sensación rutinaria, resultó ser la chispa que encendió una velada excepcional. Buena parte del éxito fue posible, en parte, gracias a que la orquesta había presentado este programa en Ferrol y Vigo días antes, llegando a Lugo con las piezas perfectamente interiorizadas. Sin embargo, otro factor crucial fue el íntimo ambiente del Círculo. Pese a que Lugo sigue esperando la apertura de un auditorio de altura (un proyecto ambicioso que lleva años de retrasos y abandonos cíclicos), la agraciada acústica del Círculo, perfecta para agrupaciones sinfónicas de dimensiones intermedias –la plantilla era más reducida de lo habitual, y muy especialmente, la máxima cercanía que se establece entre los músicos, el director y el propio público, crearon una atmósfera especial en la que todos nos sentimos como en el salón de casa, disfrutando de un grupo de primera fila haciendo música al máximo nivel.
La emoción fue palpable desde los primeros acordes de la Inacabada de Schubert. Slobodeniuk optó por una interpretación contenida, evitando exagerar el dramatismo de la partitura y generando un contraste poderoso y coherente entre el heroísmo del primer tema y la lírica del segundo. El clímax central, con su poderío pre-bruckneriano, fue glorioso y expansivo, superando todas las expectativas. El Allegro moderato con sus estallidos dramáticos fue igualmente impactante.
El Triple Quartet de Steve Reich es una apasionante partitura dedicada al Cronos Quartet, y que rara vez se realiza con los tres cuartetos en el escenario por las dificultades que supone el complejo entramado rítmico y contrapuntístico. Sin embargo, los 12 músicos de la OSG exhibieron un alarde de concentración y precisión dando vida a un preciosista entramado sonoro. El papel del concertino Massimo Spadano fue fundamental, exhibiendo una pasión y energía milagrosa que lideró la interpretación. Slobodeniuk, por su parte, reguló perfectamente los tiempos y las dinámicas, generando una atmósfera hipnótica y opresiva que atrapó al público de principio a fin.
Finalmente la Sinfonía núm. 29 de Mozart, aunque modesta en su plantilla, fue una exhibición de armonía y personalidad. Durante su etapa como titular de la OSG, para Slobodeniouk, Mozart y sus sinfonías han sido una obsesión, hasta el punto de que siempre las ha considerado como el medio ideal para desengrasar a la orquesta ante el gran peso que la música postromántica y del siglo XX tiene su programación. Este efecto balsámico e inspirador de Mozart sobre los músicos fue más que apreciable en el Allegro moderato en el que la dicción de las cuerdas fue cantarina y ligera, con contrastes dinámicos acusados pero muy bien construidos. El fluido Andante, con sutilísimas cuerdas con sordina, el vigoroso Menuetto (muy contrastado y pleno de garra) y el impetuoso Allegro con spirito cerraron la noche con un diálogo exuberante y refinado que encantó tanto al público como a los músicos, tal como se apreciaba en sus miradas y abiertas sonrisas.
Con aplausos interminables y una repetición del último movimiento de Mozart (más precisa ahora en sus unísonos finales), el público despidió a lo grande el festival. Una velada que, en definitiva, personificó lo que ha sido la quincuagésima edición del Festival Ciudad de Lugo: un evento sabiamente diseñado con una programación muy diversa, amena y de máxima calidad musical.