Quienes frecuentan el Festival Ensems recordarán que, hace no mucho tiempo, la Orquestra de València (OV) enmascaraba el estreno de turno o la obra más contemporánea del programa con piezas indisimuladamente románticas o modernistas; como para no perturbar a los oídos más conservadores o como si este repertorio fuera a dañar la sonoridad del conjunto. No exagero. En esta ocasión, György Ligeti y Witold Lutosławski, dos compositores que plantearon su propia alternativa al serialismo de posguerra, ejercieron de representantes del canon apadrinando figuradamente sendos estrenos de Fran Barajas y Ángela Gómez. ¡Cómo hemos cambiado!
Donde más se nota esta evolución es en la seriedad y en la disciplina con la que la OV se enfrenta al repertorio actual. Los factores que han contribuido a alcanzar esta situación han surgido en las últimas temporadas. Son, entre otros, la creación del puesto de compositor residente. El interés del nuevo director titular, Alexander Liebreich, por ampliar los horizontes de escucha del público concierto a concierto, y la preocupación de algunos músicos por la creación actual. Además, en el caso que nos ocupa, hay que añadir la constancia de Voro García, director de Ensems, en involucrar a todos los colectivos profesionales del territorio para ponerlos en manos de especialistas como Nacho de Paz, quien debutaba en el podio valenciano.
Con todo esto, no es de extrañar, por tanto, que la OV hiciera una lectura pulida de Lontano. Una página más del homenaje que el Palau de la Música lleva rindiendo a Ligeti durante todo el año. La versión fue de mucha altura. La afinación estuvo impecable; elemento imprescindible para que fragüe el complejo tejido microtonal ligetiano. Aunque los primeros compases superaron con creces las cuatro pes que marca la partitura, el sonido gozó de la tensión y la densidad adecuados. Hubo pasajes en los que la textura parecía más vocal que instrumental. La cuerda sonó bonita y la masa de los metales fue jugosa. Además, el gesto del director, atento al detalle, facilitó alguna que otra bocanada sonora de las maderas dicha sin articular, sin un ápice de dureza.
A continuación, se estrenó mutatis mutandis, una partitura que ejemplifica la fructífera labor de la figura compositor residente (por el momento, Francisco Coll, Elena Mendoza y Pascal Dusapin), que incluía la tutela de una serie de jóvenes autores, entre los que se encontraba Fran Barajas. Éste presentó una propuesta sólida y poética. En la atenta lectura de Nacho de Paz y los músicos se percibió que, tras un inicio sorpresivo y vigoroso, el material sonoro mudaba de carácter (rítmico, melódico, bailable, enérgico...), de luminosidad y de expresión (ora desinhibida, ora dramática y turbulenta), hasta llegar a un final evocador en el que el sonido se fue perdiendo de forma similar a como sucedió en Lontano.