Llegado diciembre, la agenda de la Simfónica del Vallès está al rojo vivo desde hace varias temporadas. Esto ocurre, en particular, desde que a la extensa gira del ya tradicional Festival de Valses se le sumó una intensa actividad con diversos programas en el Palau de la Música Catalana. Como ha caracterizado al Festival desde que está bajo la dirección del titular de la orquesta, Xavier Puig, las doce piezas seleccionadas ilustraban un repaso de los acontecimientos de 2024 que el propio director comentaba con humor e ironía, sin que faltase alguna crítica mordaz. Puig ejerció como un auténtico maestro de ceremonias, moviéndose entre bastidores y el público, alternando cada pieza musical con una intervención.

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Marta Mathéu, Xavier Puig y la Orquestra Simfònica del Vallès en el Palau
© Lorenzo Duaso | Orquestra Simfònica del Vallès

En este sentido, y más allá de Sospiri de Elgar, interpretada en memoria de las víctimas de la Dana, cabe destacar efemérides como el bicentenario del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven, ilustrado con el vals Seid Umschlungen, Millionen!, compuesto por Johann Strauss hijo. Asimismo, y no menos importante para un defensor y estudioso del repertorio catalán como Puig, el 150º aniversario del nacimiento y el centenario de la muerte de Juli Garreta (1875-1925) para 2025, uno de los compositores catalanes más relevantes de la historia. De él se interpretó la sardana Juny, orquestada por Enric Casals e interpretada con vigor y los vuelos de grandeza pertinente a una página magistral de la música catalana.

Entre las bromas del agente de policía municipal midiendo el pulso rítmico del público mientras acompañaba con chasquidos de dedos la pulsación de la polca Im fluge de Joseph Strauss, y las esperadas palmas en la ya clásica Marcha Radetzky, distorsionada con el tema del YMCA de Bonney M., la fiesta musical dejó detalles como la fuerza y planificación en la progresión dinámica (sforzandi, crescendo, pianos repentinos, etc.) de la obertura de La gazza ladra de Rossini, el temple y la vitalidad en el preludio de El tambor de granaderos de Chapí, o los rubati y ritardandi en el fraseo lírico de Rosas del surEl Danubio azul y Aimer, boire et chanter. Esta última fue cantada por la soprano tarraconense Marta Mathéu, quien también nos conquistó con la gracia y la teatralidad sutilmente jocosa de la romanza “Me llaman la primorosa”, de la zarzuela El barbero de Sevilla, de Giménez y Nieto. Sin embargo, destacó especialmente por la delicadeza lírica y la precisión interpretativa con la que abordó la Romanç de Santa Llúcia, de Eduard Toldrà.

La soprano Marta Mathéu © Lorenzo Duaso | Orquestra Simfònica del Vallès
La soprano Marta Mathéu
© Lorenzo Duaso | Orquestra Simfònica del Vallès

Es evidente que la OSV ha encontrado una fórmula que cada año mejora y que supone un reclamo popular para todo tipo de públicos. Su formato ágil, divertido y permeado por un humor y crítica que rozan lo políticamente incorrecto, despiertan nuestra conciencia como sociedad. Este humor, que las políticas woke y el puritanismo también han intentado sofocar en entidades y medios de comunicación, adquiere aquí una dimensión reivindicativa. La conexión comunitaria que genera esta fiesta musical, al enlazar valses con otras danzas y repertorios, también refuerza un sentimiento de pertenencia al que colectivamente nos identificamos y que resulta fundamental en los tiempos actuales.

Por ello, aplaudimos y animamos a la OSV a no perder esta esencia. Porque es mucho más que un mero “espectáculo”: es arte y humor como vehículos de conciencia, aquella que a veces necesita entrar con sacudidas y crudeza, como hacía el gran cómico Pepe Rubianes, a quien Xavier Puig también recordó de pasada.

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