Al menos desde Kipling, estamos avisados de la dificultad que entraña hallar caminos en la jungla. Máxime si la biota cae bajo los calificativos que nos ocupan. Conformada por la selección de música sacra que Claudio Monteverdi elaboró a partir del repertorio alumbrado desde 1613 (ya como Maestro de capilla en la catedral de San Marcos) y publicada en Venecia durante los años 1640 y 1641, Selva morale e spirituale (SV 252-288) ofrece un retablo magistral de refinamiento y riqueza estilística (la antología recoge salmos, madrigales, una misa a cuatro, himnos marianos y motetes) y constituye la cima del compositor cremonés (probablemente también de una época) en el género litúrgico. Argumentos que, sin embargo, no soslayan el desafío interpretativo ni han evitado una presencia discreta en los auditorios y el catálogo de sellos discográficos.
El Centro Nacional de Difusión Musical, en el marco del ciclo conmemorativo #Monteverdi 4.5.0., se ha propuesto enmendar la coyuntura con la programación íntegra de la Selva a través de 3 sesiones (la primera celebrada durante el curso pasado y las dos restantes iniciando la temporada 2017/2018 de ‘Universo Barroco’). Para afrontar tamaña empresa la erudición historicista es siempre consejera adecuada, especialmente si se acompaña de compromiso y un labrado bagaje exegético en el período renacentista y barroco. Pues bien, la ocasión ha logrado convocar oficiantes de semejante impronta: Balthasar Neumann Choir & Ensemble y la dirección de Pablo Heras-Casado. Es menester que lo festejemos.
El fulgor de È questa vita un lampo (SV 254) abrió esta segunda entrega selvática. Anne Bierwirth, Julia Kirchner, Mirko Ludwig, Hermann Oswald y Raimonds Spogis acometieron el prolijo ejercicio de contrapuntos intermitentes, que fue liderado desde el podio con un gesto enérgico y milimétrico. Se trataba de capturar la fugacidad del momento (che, se miro, il pasatto / è già morto, il futuro ancor non nato, / il presente sparito / non ben anco apparito -cuando lo observo, el pasado / ya está muerto, el futuro aún no ha nacido, / el presente ha desaparecido / nada más aparecer-) y el resultado no defraudó, transmutando concentración en pulcritud armónica y exactitud rítmica.
Mirko Ludwig y Magdalene Harer desplegaron sus virtudes solistas en Deus tuorum militum, a 3 (SV 280) y Sanctorum meritis (SV 277) respectivamente, mostrando un vuelo lírico de hermosa tímbrica y empaste con Manuel Warwitz y el bordón de Marek Rzepka (redondo, junto con Spogis y Andrew Harris, durante toda la velada). Según avanzaba la expedición, crecía la atmósfera y el tono trascendental de la puesta en escena. En esta línea, Matthias Lucht cuajó un bello Spuntava il dì, a 3 (SV 255), que además confirmó las artes expertas del apartado instrumental.