Tras el éxito de la pasada temporada, con una excelente Séptima de Bruckner que significó el inicio de una relación que está siendo de lo más fructífera; el director alemán Markus Stenz regresó a Galicia con un programa doble. La primera entrega se abrió de manera ecléctica, ofreciendo una amalgama de piezas que pusieron a prueba la versatilidad de la orquesta así como la habilidad de su flautista, Juan Ibáñez, uno de los valores más seguros y apreciados dentro de la orquesta, para abordar como solista una exigente obra para uno de los instrumentos más desafiantes de la orquesta: el piccolo .

Markus Stenz © Max Heiliger
Markus Stenz
© Max Heiliger

La noche se abrió de forma animada con la Obertura núm. 1 de Louise Farrenc, compositora francesa del siglo XIX cuya obra, afortunadamente, está siendo recuperada a pasos agigantados. Es una pieza jovial y festiva que requiere desde el podio un ritmo incisivo que capture la brillantez y el espíritu enérgico de la música. Así la planteó Stenz, quien encontró en la OSG un instrumento preciso y empático. Fue un magnífico preludio que respondió satisfactoriamente a la curiosidad que la obra había despertado.

El Concierto para piccolo de Lowell Liebermann nos trasladó a una atmósfera densa e introspectiva, muy adecuada para que el registro más lírico y evocador del piccolo se proyectase de forma evocadora y envolvente. Juan Ibáñez exhibió un control técnico impecable, con un sonido empastado y brillante que navegó a través de las sofisticadas texturas orquestales sin perder ni claridad ni expresión. Stenz manejó con inteligencia los planos orquestales creando un tapiz sonoro que evocó a la perfección momentos más dramáticos y desoladores de Shostakovich, sin duda inspiradores de la obra. En el Presto Ibáñez mostró una habilidad sobresaliente, manejando los cambios dinámicos y la técnica exigente con una destreza impresionante, reafirmando su posición como uno de los solistas destacados de la orquesta. Como propina, ofreció la Fantasía núm. 1 de Telemann, una pieza que, aunque más ligera en comparación, recibió igualmente una interpretación lúdica y virtuosa.

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Markus Stenz
© Max Heiliger

Para la segunda parte del programa Stenz eligió Segunda sinfonía de Schumann, una obra profundamente vinculada con su carrera y visión artística. Esto se reflejó en la forma meticulosa en que la abordó, prestando atención microscópica a cada plano sonoro y a cada entrada, asegurando que cada crescendo y cada matiz tuvieran un sentido claro y deliberado. Para agilizar su trabajo en los ensayos y en el escenario, Stenz viaja con sus propias particellas, en las que ha incorporado detalladas indicaciones dinámicas —casi ausentes en las partituras originales de Schumann—para cubrir esta parquedad y optimizar el tiempo de ensayo. Dirigiendo con sus manos, sin batuta, literalmente sobre los músicos, Stenz genera una intensidad y una química muy especial que se transmitió palpablemente a la audiencia. El resultado fue un Sostenuto - Allegro ma non troppo en el que la orquesta navegó la compleja dinámica del movimiento inicial, dando vida, por ejemplo, a una transición fluida desde el solemne comienzo hasta el enérgico desarrollo temático. En el Scherzo Stenz capturó la vivacidad y el espíritu juguetón enfatizando los contrastes y la precisión rítmica. Como era previsible, con el hermoso Adagio espressivo se alcanzó el clímax de la interpretación. Stenz y la orquesta conjugaron sus fuerzas para dar vida a la ricas e inagotables texturas melódicas y a toda la intensidad emotiva de esta música. Con el Allegro molto vivace hubo claridad y precisión al máximo, pero sin nunca ir en detrimento de la arquitectura global. 

El resultado fue un cierre triunfal y exuberante a un concierto que no solo ha reforzado la importante conexión que se ha establecido entre el director alemán y los músicos de la OSG, sino que también ha reiterado su maestría en abordar repertorios tanto clásicos como contemporáneos.

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